Ritual - Esperanza Tirado







A disfrutar de la cerveza, se dijo, mientras el primer sorbo le enfriaba la garganta y le templaba el pulso. El trabajo estaba hecho: limpio, sin ruido, sin gloria. Un asesinato por encargo, sin épica, solo oficio.

En el bar donde entró después, nadie sospechó nada.

La espuma se deshacía como los rastros que dejó atrás. Mera rutina. Como quien apaga una luz al salir. En cada trago, un silencio. En cada burbuja, un recuerdo que no debía quedarse. Porque incluso la muerte, cuando se vuelve costumbre, merece una breve pausa dorada.
















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