Esa
mujer, lo único que tiene es que es atractiva, pero nada más…
sí, también tiene don de gentes. Y pare usted de contar.
Se
ganó nuestra confianza, bueno, exactamente la de nuestros maridos.
Ellos no iban nunca a las reuniones y de repente los socios
masculinos salieron como champiñones y se pusieron a aprender a
coser botones, pero los ojos clavados en ella. ¡La de pinchazos que
se daban!, ¡aquello en lugar de taller de costura, parecía una
extracción de sangre!.
Esa
mujer que está ahí sentada, sin apenas darnos cuenta se colocó al
frente de la presidencia y mangoneaba la tesorería de ésta
asociación de costureras; No sabría cómo definir a ésta señora,
si como una zorra…, no, no me malinterprete, no quiero llamarla
puta, ¡Dios me libre!… lo digo por lo astuta, o como una culebra,
por lo escurridiza, ¿sabe usted? Que se le hacía una pregunta
sobre las cuentas y te salía por peteneras.
La
verdad es que al principio era agradable y nos hacía reír, incluso
parecía que sabía llevar todos los papeles administrativos, porque
lo que es coser… En fin.
Poco
a poco nos fuimos percatando de la falta de dinero sin justificar.
Ella trataba de escurrir el bulto, pero ya no podía seguir
escondiendo lo evidente, así que una palabra llevó a otra, hasta
que las frases iban cargadas de insultos, pero por ambas partes.
Sí,
se armó la marimorena, hubo más que palabras, yo vi hasta volar una
sandalia, así al estilo más antiguo. ¡Es muy fácil perder las
formas cuando te roban y te estafan! Le juro que yo no sé por qué
tiene el ojo morado, lo mismo se dio contra una puerta, señoría.
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