Asociación de costureras - Pilar Murillo

                                        

Esa mujer, lo único que tiene es que es atractiva, pero nada más… sí, también tiene don de gentes. Y pare usted de contar.
Se ganó nuestra confianza, bueno, exactamente la de nuestros maridos. Ellos no iban nunca a las reuniones y de repente los socios masculinos salieron como champiñones y se pusieron a aprender a coser botones, pero los ojos clavados en ella. ¡La de pinchazos que se daban!, ¡aquello en lugar de taller de costura, parecía una extracción de sangre!.
Esa mujer que está ahí sentada, sin apenas darnos cuenta se colocó al frente de la presidencia y mangoneaba la tesorería de ésta asociación de costureras; No sabría cómo definir a ésta señora, si como una zorra…, no, no me malinterprete, no quiero llamarla puta, ¡Dios me libre!… lo digo por lo astuta, o como una culebra, por lo escurridiza, ¿sabe usted? Que se le hacía una pregunta sobre las cuentas y te salía por peteneras.
La verdad es que al principio era agradable y nos hacía reír, incluso parecía que sabía llevar todos los papeles administrativos, porque lo que es coser… En fin.
Poco a poco nos fuimos percatando de la falta de dinero sin justificar. Ella trataba de escurrir el bulto, pero ya no podía seguir escondiendo lo evidente, así que una palabra llevó a otra, hasta que las frases iban cargadas de insultos, pero por ambas partes.
Sí, se armó la marimorena, hubo más que palabras, yo vi hasta volar una sandalia, así al estilo más antiguo. ¡Es muy fácil perder las formas cuando te roban y te estafan! Le juro que yo no sé por qué tiene el ojo morado, lo mismo se dio contra una puerta, señoría.

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