Acabo de llegar de New York ¡Menudo
viaje! El día de salida el despertador de mi madre ¡el mismo que
nunca fallaba cuando iba a clase! se negó a tocar. Llegué a Ranón
tarde, aunque tuve suerte, porque el avión salió con tres horas de
retraso.. Tuve que ir corriendo a todo meter por la T4 para llegar a
la puerta de embarque justo cuando la estaban cerrando ¡Qué nervios
pasé! Me tiré en el asiento, justo en medio de una fila de cinco,
dispuesta a no levantarme hasta llegar a mi destino.
Eso era lo que pensaba; viajar
relajadamente. Lo malo es que mis tripas pensaron lo mismo y bueno,
trece veces que tuve que visitar el lavabo del avión, ante las
miradas nada amigables de mis compañeros de asiento, y eso que unas
veces salía por la izquierda y otras por la derecha, para no
molestar siempre a los mismos. Lo peor fue al aterrizar, cuando mis
tripas se revolvieron aún más, porque el piloto resultó ser un
paquete. Entonces ya me senté en el water y cuando intentaba
levantarme tenía que volver a sentarme. Una azafata abrió la puerta
sin ningún disimulo y me invitó a abandonar el avión, del que ya
habían descendido todos los pasajeros. Y así
quedé yo, con las tripas revueltas y teniendo que caminar lo
menos...no sé cuántos quilómetros serían, pero si digo 10
kilómetros para encontrar los servicios más cercanos igual me quedo
corta....Ya, ya ¡que no me crees, eh! Sí, sí, a ti te digo, al de
la tercera fila del jersey rojo...cómo se nota que nunca estuviste
en América. Y es que allí todo es grande, gigantesco, descomunal.
Hasta los policías del aeropuerto. Y mira que estaba yo contenta
pensando que cuando aterrizó el avión había finalizado el viaje.
Nada más lejos. Había llegado al aeropuerto, que es tanto como
decir, que había llegado a un lugar en tierra de nadie, en el que
las colas eran inmensas, las salas inmensas, los policías inmensos,
los perros que los acompañaban inmensos...
Bueno,
después de limpiar bien las tuberías me puse a la cola de
inmigración. Yo no sé si lo sabréis pero los policías del
aeropuerto de New York son como armarios. Y bueno, dirá alguna, si
es como mi armario que para meter los tangas tengo que vaciarlo,
tampoco es para tanto. Pero ahí tengo que matizar. Los policías de
ese aeropuerto son como armarios de cuatro puertas y con altillos, de
esos que todavía quedan en casa de las abuelas ¡Menuda pinta
tienen! Yo fue verlos, y sin querer, ya se me puso cara de
delincuente. Y yo diciéndome a mi misma “cambia la cara, que se
van a dar cuenta” “cambia la cara que se van a dar cuenta”. Y
nada, mi cara como si nada, en plan culpable la tía. Así que va una
mujer policía, mira para mi, yo bajo la mirada a ver si así no me
ve, y me dice algo que no entendí –ahí, ahí me di cuenta que no
tenía ni puñetera idea de inglés, y mira que mis padres gastaron
dinero en la academia—pero lo que sí entendí fue el gesto que me
hizo con la mano que decía claramente”sal de la fila y ponte a un
lado, que te vas a enterar”.
Fue
salir de la fila y empezar otra vez mis tripas a derretirse. Yo ahí,
aguantando como podía, pero no sé cómo quedaría mi cara con esa
mezcla de culpabilidad y ¡ay que me cago! El caso es que me metieron
en un cuarto, que este sí, este era pequeño, mira tú por donde, yo
pienso que solo para intimidar. Y detrás de mí entra la policía y
empieza a hacerme preguntas y yo que no entendía nada más que
alguna que otra palabra suelta. Pero así y todo, esforzándome,
quise decirle “Soy española y no traigo nada, ni drogas, ni bombas
ni nada”. Mirad, no sé que fue lo que dije, pero al parecer lo
único que entendió ella fue lo de la bomba. Me tiró al suelo, se
echó encima de mi, estrujándome la barriga, y ahí pasó lo que
pasó...Ella se levantó con una mueca de asco, me indicó que me
sentara en una silla, fue a buscar un perro y allí me dejó, sola
con el perro y con mi mierda, perdón, caca, durante un buen rato.
Menos mal que el perro, supongo que por eso del olor, se colocó lo
más lejos que pudo de mi.
Yo no sé si sabréis cómo son los perros de ese aeropuerto, ya
dije antes que eran inmensos, no os podéis hacer idea. Bueno, quizás
os la hagáis si os digo que los asturcones no les llegan ni al
morro, y que tienen una dentadura que para mi que hasta los llevan al
dentista y todo, porque no les faltaba ni un diente y encima
afilados, afiladísimos....que yo veía el perro ahí, enseñándome
todos los dientes y no hacía más que acordarme del dentista que los
afiló.
Pero
ahí no acabaron mis males, porque después de un montón de horas,
no sé cuántas, porque con tanto perro y tanta mierda se me fue la
cabeza, me soltaron otra vez en medio del aeropuerto. Lo malo es que
no había salido todavía del área de control y a mi paso, mientras
buscaba un baño, la gente se apartaba de mí como de la peste. Y de
pronto me vi rodeada por veinticuatro policías ¡veinticuatro!
Grandes, enormes, con unas porras enormes, con una mala leche
enorme...¿Pero qué pasa ahora? pregunté con cara de pena sin que
ellos dieran señal de entenderme. Me llevaron custodiada hasta mi
maleta, maletón para ser más exactos, y entendí que me mandaban
abrirla. Abrí la maleta muerta de miedo, aunque sabía que no
llevaba nada, pero así y todo el miedo no se me quitó. Quién me
aseguraba a mí que alguien no hubiera metido drogas dentro de ella,
igual que metían drogas en los vasos cuando salía de noche, según
mi madre. Fue pensar eso y verme caer redonda en el suelo, desmayada.
Me despertaron a hostia viva. Yo, abrí los ojos, sin saber qué
pasaba, pero no tardé en recuperar la memoria. Me ayudaron a
levantarme y fue cuando vi a un perro husmeando como loco mi maleta.
¡Ay mamina! ¡Nunca en la vida pasé tanto miedo! Abrí la maleta y
empecé a sacar mis pantalones, mis tangas, mis sujetadores, mis
camisetas, mis preservativos, mi vibrador y mil cosas más, ante la
cara de mala hostia de los policías. Y ya, en el fondo de la maleta,
los chorizos que me metió mi madre a escondidas por miedo a que
pasara hambre. Fue ver el perro los chorizos, hincarles el diente y
echar a correr por el aeropuerto como un loco seguido de veinte
policías. Los otros cuatro siguieron mirándome como si hubieran
encontrado un quilo de cocaína o algo parecido. Yo, puse cara de
buena, y forzando mi mente conseguí decir, más o menos en inglés,
que por favor me dejaran ir a cambiarme. Dos horas tardaron los muy
tarugos en dejarme ir, pues según ellos meter chorizos en los EEUU
era una falta muy grave, por la que me pusieron cinco mil euros de
multa y no me metieron en el calabozo de casualidad, bueno de
casualidad no, porque uno de los policías era asturiano y consiguió
sacarme del embrollo con la promesa de que nada más llegar a casa le
mandaría unas cuantas riestras de chorizos y una caja de sidra.
Por fin salí del aeropuerto y cogí un taxi de esos amarillos, como
los de las películas. Le enseñé la dirección al taxista
paquistaní, me dijo que sí con la cabeza y no tardé en darme
cuenta que no tenía ni idea. Cinco horas tardamos en llegar al
albergue donde iba a alojarme. Y encima quería cobrarme todo ese
tiempo. ¡Menuda discusión tuvimos! Él en paquistaní y yo en
español, porque el tío sabía menos inglés que yo. Le di unos
cuántos billetes y por fin me dejó en paz.
El resto del viaje muy bien: El primer día desayuné huevos, bacon,
zumos, tostadas, tortitas y un litro de café. ¡Jo! Me sentía como
dentro de una película. Después cogí el metro, donde intentaron
robarme unos tíos con unas pintas rarísimas, paseé por la ciudad,
comí en un McDonall una supermegahamburguesa con un superbatido y
unas superpatatasfritas y a las ocho volví al albergue porque estaba
agotada y al otro día ya tenía que volver a casa, pues mi dinero no
daba para más.
Tuve que dejar el albergue a las 9 de la mañana y hasta las 6 de la
tarde no salía el vuelo, así que ya me veis a mi por todo Manhatann
tirando de mi supermaleta...vale, ya lo sé, para qué quería una
supermaleta para dos días, eso me dijo mi madre, pero es que llevé
muchos “porsiacaso” que cuando una sale de casa no sabe lo que
puede necesitar.
Cuando
entré de nuevo en el aeropuerto comenzaron a flojearme las piernas
acordándome de mi experiencia al llegar y otra vez mis tripas me
jugaron una mala pasada. Tuve que salir de la fila de control de
pasaportes siete veces y claro, los policías, acabaron fichándome.
Volvieron a sacarme de la fila. Volvieron a meterme en un cuarto
pequeño. Volvieron a mandarme abrir la maleta....y cuando subí al
avión, el mismo personal de vuelo, haciendo muecas y tapándose la
nariz los muy …..
Así,
que después de esta aventura decidí hacer caso a mi madre y lo más
lejos que voy a ir de vacaciones es a Benidorm, sí, sí, a Benidorm,
ese lugar que está lleno de jubilados, pero que queréis que os
diga, allí voy en Alsa y además puedo llevar la maleta cargada de
chorizos.
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