El
invierno estaba resultando demasiado crudo, la nieve no paraba de
caer, y en aquel momento había una ventisca tremenda.
André
se iba intranquilizando por momentos, hacía ya dos días que no
podía salir de casa debido al temporal, y la nieve del tejado
comenzaba a pesar mucho, temía que acabara venciéndose y dejando a
su familia en la calle.
No
hacía más que mirar por la ventana, deseando que amainara para
poder comprobar si sus pensamientos eran ciertos, e intentar hacer
algo al respecto antes de que fuera demasiado tarde.
Al
fin la tormenta amainó, los copos de nieve eran una sutil alfombra
que calmadamente bajaba del cielo. Se calzó sus botas, se puso el
anorak y los guantes, y salió al exterior de la casa.
Del
tejado
colgaban carámbanos que semejaban espadas cristalinas, y a duras
penas conseguía vislumbrar el hueco de su chimenea. Era el momento
de actuar, cogió la escalera del cobertizo y se dispuso a subir al
tejado
con
una pala, para poder aligerarlo de nieve. Tan dura estaba ésta que
malamente podía hacerlo, ni con una cuadrilla de hombres podían
quitar aquella durísima nieve, por lo que se le ocurrió enchufar la
manguera para mojarla y así reblandecerla.
Craso error, no recordaba que había vaciado el circuito exterior
para que no reventaran las cañerías con las heladas.
--¿Y
cómo voy a quitar la nieve del tejado?
Ya
sé, tengo
gasolina,
que es más espesa que el agua y si la prendo, conseguiré que la
nieve se derrita y al derretirse, de paso, apagará el fuego.
--Je
je, si es que soy un genio, pensaba André.
Dicho
y hecho, se subió a la escalera con la garrafa abierta, como era
pesada la subió ligeramente inclinada y cayeron algunas gotas de
gasolina
sobre la madera de la misma, al llegar arriba del todo comenzó a
desparramar el líquido sobre la nieve del tejado,
cuando consideró que lo había repartido correctamente, arrojó el
envase a un lado, cogió un mechero e intentó prender fuego a la
nieve.
No
funcionaba, la nieve había empapado de tal manera la gasolina que no
prendía, pero una chispa del mechero cayó justo en un travesaño de
la escalera impregnado de gasolina.
En
un instante la escalera empezó a arder, asustado y pensando que no
le daba tiempo a bajar por los peldaños se tiró al suelo desde tan
arriba, logró no hacerse daño al ser amortiguado el golpe por la
nieve, pero no pudo evitar que la escalera le cayera encima, ardiendo
como estaba.
Consiguió
salvarse gracias a la nieve, puesto que fue ésta la que apagó de
nuevo las llamas que él tanto intentaba provocar con la gasolina
para deshacerse de ella.
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