Idealista - Esperanza Tirado


                                                     


Nunca en mi vida pensé que estas palabras iban a salir de mi boca: Estoy decepcionado con la Justicia. La realidad es así de cruel y de hipócrita.
Dejo mi despacho en el bufete. Esto es demasiado para mí.
Quizá tenía idealizada la profesión. Veía un caballero en cada abogado, en cada juez, en cada fiscal. Armado con la ley para ejercer su trabajo, ayudando al más débil. Cada cual con una visión de la Justicia. Todas muy respetables, sin duda.
No me molestaba el tener que tratar con gente que había cometido todo tipo de delitos y se arrastraban por los bajos fondos, casi en modo troglodita, intentando sobrevivir con lo más básico. Al contrario. Así empecé. Trabajando casi gratis, en un juzgado de oficio, a toda velocidad, sin horarios, sin apenas tiempo para preparar los casos que se amontonaban en cada rincón hasta el techo, sin conocer a tu cliente,... Por el hecho de creer en una justicia justa para todos.
Gracias a mi trabajo eficaz, a mi dedicación y a mis contactos, poco a poco fui escalando peldaños hasta llegar a uno de los pisos más altos.
Pero me equivoqué. No en mi elección de profesión. Sino en la de bufete. Me dejé cegar por el estilo minimalista y elegante de las oficinas, los trajes bien cortados, los firmes apretones de manos, los brillantes relojes plateados y las sonrisas ensayadas y eficientes de las secretarias.
Mi decepción llegó al bufete caminando de la mano de uno de los políticos más corruptos del país. Que nos contrató, con falsas palabras y abultados sobres, para evitarle el escándalo de entrar en prisión. Mi dignidad no lo soportó.
Por eso deseo volver al viejo mundo del turno de oficio. Donde sé que ganaré un sueldo de verdadera justicia.

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