La casa no tenía más que una veleta en el tejado y un ficus a la
entrada. Sin embargo, me enamoró nada más verla. En mi tiempo libre
recorrí tiendas de muebles, de tapicerías, de iluminación, de
decoración...todo era importante. Las paredes de color claro, los
muebles de líneas simples, la alfombras esponjosas y alegres, las
lámparas haciendo juegos de luces. Me sentía tan feliz imaginando
mi vida en ella.... El día que la enseñé por sexta vez la
compraron. Se quedaron con mi casa, pero, durante tres meses, yo
había sido feliz con mis sueños. Y por, suerte, los sueños nadie
puede comprarlos.
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