Paso por allí
con frecuencia. Y cada vez que miro a través de la puerta de cristal
me vienen a la mente cientos de imágenes y tantos buenos ratos
pasados sentada en sus butacas, enfrente de aquella pantalla grande.
La sintonía del
Movierecord se perdió en la noche de los tiempos. El olor
aceitoso de las palomitas ya no inunda la calle. Los gritos de la
chavalería, esperando en una desordenada cola que abrieran la puerta
del cine en los días del espectador, también callaron hace mucho.
Ahora, son los
mosquitos en verano y las hojas caídas del otoño los que se
arremolinan delante de su polvorienta puerta de cristal.
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