Los
filósofos, que cada vez eran más abundantes, se estaban
replanteando la eterna pregunta “¿Qué nos hace humanos?” Los
avances de la informática y la bioingeniería habían llegado tan
lejos, que según muchos, nuestra vida como especie, era un auténtico
fraude. La inmortalidad se había alcanzado décadas atrás. Todas
las enfermedades estaban controladas y la muerte solo llegaba por
accidente o por voluntad propia; y eran realmente muy pocos los que
deseaban morir. Los trajes de polímeros inteligentes “Second Skin”
eran capaces de quitar el dolor, regular las emociones, hacer de
barrera impenetrable a cualquier tipo de patógeno, pero sobre todo,
eran capaces de detener el envejecimiento. Podían regenerar en
segundos cualquier tipo de célula del organismo, incluso las
neuronas.
En
poco tiempo, la población del planeta alcanzó los quince mil
millones y el control de la natalidad fue una consecuencia inmediata.
Casi no había niños, tan solo los correspondientes a la tasa de
reposición. Los recursos eran limitados y la Tierra debía ser
sostenible. Los propios trajes se encargaban de eliminar los óvulos
fecundados, salvo aquellos que tuvieran permiso expreso del Comité
de Sabios. La lista de espera era casi infinita y la concesión del
permiso de reproducción, una verdadera lotería.
El
Comité de Sabios estaba formado por unos pocos miles de personas,
los más inteligentes de la Tierra. Todas sus directrices eran
introducida en el superordenador de Inteligencia Artificial,
G.A.I.A., que entre otras muchas cosas, controlaba todos los trajes,
ejecutaba las bajas voluntarias, y tenía como misión principal,
como si de una novela de Asimov se tratara, preservar la Raza Humana.
De
haber habido más cinéfilos en el Comité, hubieran podido prever lo
que posteriormente fue conocido como el momento Skynet de G.A.I.A.
Nunca se sabrá, la entrada de qué dato, provocó el desenlace, pero
el super ordenador de Inteligencia Artificial, tomó una decisión
fría y muy, muy calculada. Con el fin de preservar la raza humana,
usó los trajes de polímeros para eliminar a todos los miembros del
Comité y a otros doce mil millones de personas, aparentemente
elegidos al azar. A continuación, inutilizó el resto de los trajes
y se autodestruyó. A modo de epitafio, en todas las pantallas
apareció escrita la misma frase, “No pude evitarlo”.
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