Al patio
del colegio llegó un jinete,
desenrolló un papel y cual si fuera un antiguo heraldo explicó que
el Presidente, elegido democráticamente, había decidido que se
celebraría un referéndum
para corroborar la decisión que él ya
había tomado: se anularían
todas las clases y la escuela pasaría a ser un patio de recreo
continuo. Alegaba que eso redundaría en una mayor felicidad de los
niños y en un alivio para los padres que ahorrarían dinero por no
tener que comprar ni libros ni materiales, tiempo por no tener que
ayudar a sus hijos con los deberes, y disgustos al librarse de
recibir malas notas.
En el citado referéndum
podrían votar todos los alumnos a partir de seis
años y un padre por cada hijo o grupo de hijos. El tema fue
controvertido, pues la oposición no estaba de acuerdo, y en las
televisiones se sucedieron numerosas tertulias y charlas de
profesores, psicólogos, sociólogos, terapeutas y otros
especialistas escandalizados con la medida. Sin embargo, el Gobierno
gozaba de mayoría absoluta y el referéndum
se celebró, ganando el sí de manera aplastante. Desde entonces,
El Presidente, pasados ya treinta años de tan discutida medida,
sigue ganando todas las elecciones.
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