Las
mentiras son malas es lo que siempre me han dicho. Pero el tiempo
demuestra que la verdad no suena también como en la teórica.
Sobretodo en ciertas ocasiones como cuando alguien te pregunta si
algo le queda bien. No le dirás exactamente lo que piensas, si no
le tienes tanta confianza dirás que efectivamente le queda bien y si
es un amigo tratarás de suavizar el golpe lo máximo que puedas
siempre decorando tus palabras con medias verdades. Si alguien te
pregunta ¿cómo estás? por la calle no le contestaras que te acabas
de estrellar contra una puerta de cristal y te duele todo, dirás que
estás bien aunque tu cuerpo diga lo contrario.
Pero
hay alguien que siempre reciben todas las mentiras piadosas: los
niños. Ese es el pensamiento que me viene a la cabeza cada vez que
cuento una mentira piadosa a mi hijo. Como para tranquilizarles o
alegrarles les contamos cosas que en realidad no existen como las
hadas, los duendes. Yo recuerdo como les contaba estas historias a
mis hijos antes de acostarlos en la cama.
Pero
hay una que por excelencia gana a cualquier otra, una que incluso
tiene su propio día marcado en el calendario. Una que hace que mis
hijos se pasen todo el año esperando este día especial de la
mentira. Durante la cena sus caras llenas de ilusión relucen en el
comedor. Una ilusión que les sigue hasta que van a dormir
emocionados y deseando que llegue el día siguiente. Cuando este día
se levantan con los primeros rayos del luz del alba y abren sus
regalos con una sonrisa de completa felicidad.
Cuando
ves esa imagen te das cuenta de que las mentiras son malas cuando se
utilizan para engañar, pero que también pueden hacer feliz a un
niño y que una vez al año tenga el día más feliz de su vida. Así
que como muchas cosas en la vida las mentiras no son buenas ni malas
si no que es la manera en que se utilizan lo que las conviertan en
algo maravilloso o algo terrible.
Obviamente
llega el día en que la verdad siempre sale a la luz. En mi caso esto
sucedió cuando mis hijos estaban preparados para conocerla. Cuando
la fantasía ya se había instalado en sus jóvenes mentes. Ahora
ellos mismos escriben mentiras que nunca existieron y hacen que el
mundo sienta y viva estas mentiras. Todo gracias a que de niños
escucharon la mayor mentira del mundo.
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