Natalia
Arias del Amor Hermoso salía desde su domicilio en Villanueva de la
Jara a las 7:00 h de la mañana para llegar puntual a su trabajo en
Cuenca.
Todos
los días de lunes a viernes era la misma rutina.
Lo
primero que hacía al despertarse, era apagar el despertador,
evidentemente, aunque sólo le molestaba a ella el taladrador zumbido
de la alarma. En cambio para su compañero de piso era una señal de
alivio y alegría y lo demostraba comiéndola a besos matinales, (más
bien lametazos). Bruno, un pastor belga de color negro, era un perro
que estaba siempre de buen humor y agradecía a aquella cosa
ensordecedora que despertase a su ama. Sabía que después de darse
una ducha, lo siguiente sería bajarle a él a dar un paseo, sin
importar el tiempo atmosférico que hubiese. Después él esperaría
unas cuantas horas en casa solo, hasta que regresase su dueña.
Natalia
salía de la ducha, se vestía rápidamente, bajaba al parque a Bruno
durante media hora y luego regresaba a casa a dejar al perro, tomarse
un café bebido. Cogía la llave de su coche, el abrigo y el bolso.
Se echaba un último vistazo en el espejo de la entrada de casa y
salía, no sin antes tirar un beso al aire para Bruno que la miraba
sentado desde su cama. El ascensor la bajaba al garaje, se acercaba a
su coche y se subía, ponía la radio y salía del garaje. Todos los
días tenía la misma rutina y el mismo itinerario y llegaba la
primera porque era puntual. Nunca pasaba nada, hasta que un día
ocurrió.
Dos
personas la esperaban agazapadas en el garaje. Se adivinaba que se
trataba de un hombre y una mujer por el contorno de sus figuras, pues
estaban vestidos con ropas oscuras y sus caras cubiertas con mascaras
de plástico transparente que les distorsionaba las facciones.
La
obligaron a subir a su propio coche a punta de pistola y recorrer con
ellos los escasos 15 minutos que separan su casa de la oficina donde
trabaja. Una sucursal de un banco.
Una
vez allí la hicieron vaciar el contenido de la caja fuerte en una
bolsa de deporte, por lo menos un millón de euros. Luego se largaron
en otro coche que tenían previamente aparcado a la puerta del banco.
Natalia toda temblorosa pulsaba el botón de alarma. La policía
tardó diez minutos en llegar y se pusieron a hablar con Natalia, que
les explicase cómo había sido todo. A pesar de su estado de shock
Natalia se había quedado con dos detalles importantes. Usaron
caretas de plástico, sólo se le veían los ojos. Había notado que
era una mujer y un hombre. La mujer torcía ligeramente el ojo
derecho y él había hablado con su compañera en un perfecto ingles
por lo que dedujo que era un señor ingles y una mujer bizca. No
podía dar más detalles.
Natalia
ese mismo día pidió la baja laboral y se tuvo que mudar a casa de
su madre.
El
trauma era demasiado fuerte para continuar sola y bajar al garaje
cada vez que tuviese que coger el coche.
Su
vida había cambiado por completo por culpa de dos completos
desconocidos. Desde cambiar de domicilio hasta asistir a una terapia
de grupo. La vida debía seguir su curso, pero por desgracia la
habían convertido en una mujer miedosa que sólo la consolaría la
compañía de Bruno.
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