Cine Marta y María - Dori Terán

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Relato inspirado en el Palacio de Llano Ponte de Avilés



 ¡Se podrían decir tantas cosas! Quizá duermen, es posible que solo sueñen, tal vez se esconden, acaso únicamente nos acechan…¡quién sabe!...Historias, leyendas, mitos, quimeras, utopías, parábolas, cuentos, fantasías, fábulas…¡Vida! Un edificio vivo en una existencia que se nos antoja estática e inmutable. ¡Ay si sus paredes hablaran! A menudo me paro en la acera de enfrente para admirar su fachada. Los cinco arcos de medio punto soportados sobre sólidas pilastras embellecidas con rosetas del más puro estilo barroco, me invitan a cobijarme bajo los soportales que forman para proteger mi memoria del paso del tiempo y llenarme de recuerdos siempre amables ligados a mi adolescencia y juventud. Balcones que se centran sobre cada arco cual si fuesen los ojos de la edificación y cruzo mi mirada con la suya antes de atravesar la calle y ampararme en los soportales que me llaman. Cuenta la historia que se construyó allá por el año 1700 como muestra y orgullo de la fortuna que un indiano Rodrigo García Pumaríno amasó en los negocios navales que desempeño en Perú durante 40 años. El Palacio fue su casa y a su muerte fue canjeado por una propiedad en el barrio de Sabugo. Así fue habitado por la familia de Francisco de Llano Ponte. Las bellas filigranas de los laterales del frente tienen sobre si los blasones testigos eternos del señorío avilesino de las dos familias que en el residieron. Hay referencias de la existencia de una capilla, un patio y hasta un terreno de labranza pero no queda ni rastro de ello. Hemos de dejar a la imaginación los rezos solemnes, el reposo al sol y hasta los sembrados cultivados. Parece ser que en el devenir de la historia y el tiempo, el palacio fue colegio, convento y finalmente después de haber derribado todo su interior, en 1949 se convirtió en sala cinematográfica. Hasta el 2013 Avilés gozó de todo tipo de películas que nos fueron regalando ilusiones, lágrimas, risas, sueños, viajes, vivir otras vidas y siempre olvidar la nuestra durante un rato. Yo he experimentado en ese cine todas esas sensaciones y más. Su nombre siempre me supuso una curiosidad, hasta el punto de investigarlo. Así fue como me topé con la novela de Armando Palacio Valdés, Marta y María escrita en 1883 La leí con avidez y ganas. Nieva, ciudad donde transcurre la novela, no es otra más que nuestro Avilés. Narra la historia de dos hermanas de clase media alta y refleja sus costumbres y las de nuestra villa entonces. Es una novela más realista que bella. Las dos hermanas tienen una personalidad completamente distinta e incluso enfrentada. María es una mujer hermosa de maneras delicadas, apasionada de lecturas románticas y lleva una vida mística de renunciaciones y actos de caridad. Entre su misticismo y su heroísmo romántico, la devota María termina unida a una confabulación carlista y espera la complicidad de Ricardo Peñalta , su prometido. Marta con un sentimiento más ajustado a la realidad, práctico y decidido coquetea con Ricardo hasta robarle el corazón.
La lectura y el análisis de la misma causó un gran revuelo en mi mente y en mi corazón. No era la primera vez que esta cuestión se me presentaba con los mismos nombres Marta y María. Hay un pasaje en el Evangelio donde Jesús va a visitar a las dos hermanas, también hermanas de Lázaro y el mismo tema se hace presente. Es Marta la inquieta, la afanada en los quehaceres para atender a Jesús, la que se dirige a El con una queja: “Señor, ¿no te da cuidado que mi hermana me deje servir sola? Dile pues que me ayude” María sentada a los pies de Jesús escuchaba su palabra. Y Jesús respondió: ”Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas. Pero solo una cosa es necesaria; y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada.” Algo me dice en el corazón que ni de Marta ni de María podemos prescindir. Las Martas abren caminos, van al frente. Extrovertidas, pragmáticas, resueltas, decididas, activas y autosuficientes. Inmensa capacidad de servicio. Las Marías introvertidas, contemplativas, indecisas, reflexivas, generosas. Cultivo interior de purificación emocional, serenidad y armonía. Vivimos en la tierra pero podemos traer el cielo a ella. Acción y movimiento pero siempre conscientes de la actitud que ponemos en ello. ¿Construyo o destruyo? Mucho poso dejó en mi vida el cine desaparecido. Desde la añoranza del recuerdo toda mi gratitud y nunca el olvido. Dos bellas esculturas han sido realizadas en bronce por Amado González Hevia Favila. Son las dos mujeres del libro de Armando Palacio Valdés, Marta y María y lucen en una entrada del hotel Villa de Avilés. Yo las veo todos los días y las he sorprendido mirándose y planeando escapar hasta los soportales del cine que ya no existe y lleva su nombre. Ellas son mujeres de Palacio, quiero verlas allí.






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