Temerosa
del lobo,
Caperucita salió corriendo del bosque lo más rápido que pudo, sin
percatarse que en su huida había dejado tirada la cesta con las
viandas que llevaba a su abuelita enferma.
El
lobo,
feroz por el hambre que tenía, olisqueó con fruición, y al
percibir cosas ricas en la cesta, comenzó a mordisquear lo primero
que pilló, ¡Aaaauuuuuu! Era el prendedor del pelo con forma de
concha
de Caperucita, que al escabullirse a toda pastilla, cayó al suelo
cerca de la cesta. Le produjo tan fuerte dolor de dientes que empezó
a aullar lastimeramente, inundando de pavor a la niña que apuró aún
más su paso.
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