Mi
papá era investigador científico hasta que tuve
piojos. Entonces dijo que no quería
saber nada más del tema y se metió a albañil, que siempre había
sido su ilusión. El día que me comenzó a picar la cabeza y me la
vio llena de liendres y demás visitantes se puso muy contento, pues
vio su oportunidad para hacerse famoso. Se puso a investigar, junto a
su inseparable microscopio,
para inventar el ungüento que erradicara de una vez por todos tan
molestos parásitos. Cuando creyó conseguirlo lo aplicó en mi
cabeza noche tras noche. La última, al entrar en mi cuarto, me vio
jugando con un extraño animal del tamaño de un ratón: era un
piojo. Lo dicho, ahora es albañil.
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