Las
hojas secas parloteaban mientras caían amontonadas al suelo. Los
árboles mudaban su monótono exterior verde por otro de colores
rojizos, ocres, marrones y amarillos. El verde musgo sólo era para
los tristes sauces.
El
bosque se llenaba con sonidos de batir de alas, las aves que en
bandadas cruzaban el perímetro del bosque, buscando de zonas más
cálidas.
Allá,
en una esquina, el choque de cornamentas alteraba no sólo la
languidez del paisaje, sino la paz de las granjas cercanas, donde
turistas se alojan buscando la notoriedad de la naturaleza en estado
salvaje.
Alguien
presenciaba toda esa vitalidad, alguien tumbado en la tierra,
comenzaba a ser consciente de donde se encontraba.
-
¿Dónde estoy? ¿Qué me ha pasado? No recuerdo nada, ni como he llegado, ni que hago aquí tirado. Intentaré levantarme y regresar a casa.
Aquel
hombre, turbado e intranquilo, siguió hablando consigo mismo
-
No puedo, ¿Qué me está pasando? Intento moverme y no lo logro. ¡Venga, cálmate! A ver, déjame sentir …. ¿mis piernas? No…... ¿Mis brazos? No, ….. mi cabeza me duele mucho y noto cierta humedad en mi espalda. No recuerdo nada, es evidente que me ha caído y dado un buen golpe. Estoy escuchando los sonidos de este bosque otoñal, el que más admiro, cuantas veces me he extasiado en su contemplación, y parece que ahora me tiene atrapado.
-
Comienzo a sentir frío a pesar de que los árboles me facilitan una manta al agitar sus ramas y taparme con las hojas secas. No es suficiente, sigo sintiendo frío, aunque no puedo decir donde lo siento, ya que mi cabeza arde y noto fuertes palpitaciones en las sienes, por desgracia tengo perdidas mis extremidades. Bueno, supongo que las sigo teniendo, porque solamente consigo ver el bosque, apenas mi visión abarca las tupidas ramas de este árbol que me da cobijo.
-
Empiezo a marearme, no oigo ningún sonido civilizado, que tantas veces he odiado pero que ahora ansío. No quiero, pero he de convencerme que estoy sólo, tirado en medio del bosque y sin poder moverme. Pronto anochecerá y el frío o las alimañas acabarán conmigo. Lo mejor es relajarme y dormir, el sueño eterno, que siempre me ha dado miedo y que ahora acepto con resignación e impaciencia, porque no quiero sufrir.
-
Nunca me ha gustado ser un invalido, ¡venga, inténtalo de nuevo! Nada, no puedo moverme, me dejaré llevar por esta somnolencia, no lo haré más difícil de lo que es, total, no tengo a nadie que me eche en falta ni se preocupe por mí. Adiós a este mundo al que tanto amo, adiós a este bosque al que tanto aprecio y que cobijará mis gélidos huesos…….
-
¡Ahí, ahí está! ¡Vamos, rápido! Tiene pulso, aunque muy débil, ¡venga, traed la camilla!
-
Tranquilo señor, le hemos encontrado y se pondrá bien.
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional.
No hay comentarios:
Publicar un comentario