Despertando - Dori Terán

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Cuando despertó se encontró dentro de una bolsa. Estiró los brazos y aquel saco trasparente se dilató sin dificultad. Tenía la sensación de no estar apoyado sobre ninguna superficie. El aire invisible le sustentaba. Giró todo su cuerpo hacia la derecha, rodó luego hacia la izquierda, dobló una rodilla, se sentó…movimientos rápidos y lentos, meneos ansiosos, desplazamientos… Todo le era permitido pegado a aquella especie de burbuja flexible e irrompible que como una segunda piel elástica se estiraba y encogía en cada una de sus vibraciones, en el flujo de su actividad. Se puso de pie y delante del espejo en el armario de la habitación, contempló su figura. Una especie de pompa de aire transparente le envolvía y dibujaba su silueta con delicadeza y precisión emitiendo una luz violeta tenue y etérea. ¿Qué demonios era aquel asunto? No tenía tiempo para semejantes zarandajas. Cada mañana se despertaba a toque de alarma de reloj y a pesar de que el sobresalto entonaba los sones de su música favorita siempre le producía una sensación de atraco en su sueño. Luego sin perder segundo comenzaba el ritual diario, ducha rápida y calentita mientras la cafetera preparada la noche de antes y puesta al fuego de forma inconsciente y automática bajo las legañas y la somnolencia, hacía bullir el agua y en un pitido rítmico inundaba la cocina del aroma apetecible y gratamente estimulante del café. Aun metiendo un brazo por el jersey o subiendo la cremallera del pantalón, se servía el líquido negro y puro en la taza que le había regalado Rosita por su cumpleaños. Ponía dos terrones de azúcar mientras pensaba-“He de comprar la panela, dice Rosita que me envenenó con esta refinada” y dando vueltas con la cucharilla contemplaba mientras la foto de la taza. Era él, su rostro en medio de una estrella gigante y dorada. ¡La tecnología hacía auténticos milagros!, bueno, la tecnología y Rosita con su ingenio y esas ocurrencias que vestían las horas del aburrido trabajo en la oficina de un aire y un carisma de intriga, -“A ver que se le ocurre hoy”. Rosita rompía todos los estándares y normas de una vida organizada, matemática y simétrica. Cada día les sorprendía con algo que rompía la exactitud de los perfectos y cuadrados números que manejaban en los albaranes, facturas, asientos, balances y tantas otras fórmulas de contabilidad. El día de su cumpleaños, Andrés no solo recibió la original taza sino que también una tuna estudiantil les sorprendió a todos a las once de la mañana en la oficina entonando Las mañanitas. Y todos contagiados por el divertido ritmo y la armonía cantaron a coro: -“ Qué linda está la mañana en que vengo a saludarte Venimos todos con gusto y placer a felicitarte” Don Eusebio no tenía muy buen gesto en la cara durante la actuación, para algo era el jefe encargado del orden y la seriedad en el trabajo, no obstante optó por consentir y callar incluso llego a pronunciar alguna estrofa de la canción desentonando de forma bastante evidente.
¡Rosita era un ciclón imparable! En el otro lado de la taza una frase de esas con mensajes de vida que tanto le gustanban a ella.-“Da lo mejor de ti y lo mejor vendrá”. Escrito con una letra bastardilla, inclinada y en color verde. El se cuestionaba en cada desayuno aquel pensamiento. ¡Estaba tan cansado de dar lo mejor y recibir solo fracasos! -“ ¡Noooooo, que no Andrés! Confundes el concepto de lo mejor con el de lo más conveniente” -¡Ay Rosita no me lies!” Ella opinaba que lo más conveniente es siempre lo mejor aunque desde luego a menudo implicaba sucesos que no eran de nuestro agrado. Alteraciones, situaciones duras y difíciles para la vida que nos empeñamos estable y sin cambios. Sabía darle la vuelta a todo y extraer de cada vivencia un aprendizaje que aplicaba a sus pensamientos, que albergaba en su corazón y que repartía y expandía sin palabras en todos sus actos y comportamiento. Donde Andrés veía contrariedad, desgracia, dolor, frustración…Rosita veía camino, aprendizaje y crecimiento. Andrés vivía desde el quiero que a menudo iba acompañado del no puedo y Rosita vivía desde el amor siempre acompañado de la integración y la aceptación que no es resignación. El se hundía si los ladrillos no le gustaban, ella construía con cualquier cosa que le dieran. Con estos pensamientos y otros similares hijos de estos se dirigía cada mañana a la tediosa oficina. Hoy llevaba además aquella bolsa elástica envolviendo todo su físico. Menuda cantada, ¡verás cuando saliese a la calle y le vieran! Tenía la intención de pedir permiso a Don Eusebio para acercarse al hospital a que le tratasen el tema, igual era algo vírico, ¡a ver si además iba a contagiar! Caminó los pocos metros que le separaban del centro financiero donde se ubicaba su empresa y aunque se cruzó con cuatro o cinco personas nadie se detuvo a mirarlo más allá de sus pasos.¿ Es que no veían lo que le pasaba? En cada paso que daba la bolsa se dilataba con su zapato, con su rodilla, con los dedos de su mano al moverse y hasta con su respiración y emitía además haces de luz violeta. ¿Estaban ciegos? Nada más entrar en su despacho se topó con Don Eusebio y su cara de vinagre. No advirtió en él ningún signo de sorpresa o susto y era algo muy extraño, Don Eusebio se alteraba por la menor menudencia. ¿Qué estaba sucediendo? Se sentó delante de su ordenador tras quitarse el abrigo lanzando en el gesto rayos largos y rayos cortos intercalados según se iba extendiendo el saco que le contenía y expandiendo en ellos la luz violácea que le acompañaba. Nadie se inmutó, Miguel siguió atento a su calculadora, María no dejó de imprimir la documentación con la que trabajaba, y en esto llegó Rosita. Entró como un torbellino y a la carrera, pasaban ya quince minutos de su hora de
entrada. De frente Andrés trastabillaba con sus dedos en el teclado mientras su mente viajaba al país de “que miedo tengo”. El alarido de Rosita erizó todos sus vellos:-“¡Uyyyyyyy que estoy viendo tu aura!” Andrés le hizo un gesto con el dedo sobre sus labios pidiéndole silencio. Ella con una expresión de cómplice comprensión se puso muy seria y se dirigió a su mesa de trabajo. La mañana se hizo larga, interminable. Un silencio inusual en los quehaceres de Rosita que no se movió de su silla y solo desplazaba continuamente la mirada curiosa y tímida a la vez hacia el ángulo del iluminado violeta. El desvencijado reloj de la pared señaló las tres y raudos y veloces ambos salieron con un “hasta mañana” atragantado e incompleto. -“Tú me dirás compañerína que es eso de la Laura que gritaste” -“ Aura, Andrés, aura…te explico” Y comenzó un discurso en el que Andrés tuvo que hacer un verdadero esfuerzo de fe y entendimiento para asimilar lo que iba diciendo. –“ El aura se concibe como un campo energético de radiación luminosa multicolor que rodea a las personas o a los objetos como un halo y que es invisible para la gran mayoría de los seres humanos. La tuya se ha hecho visible para ti y algunas otras personas amigo. Tu energía crece y te habla. Su color violeta es el color de la transmutación…algo en ti está cambiando Andrés… ¡Despierta y hazte consciente! Repasa y repara tus programas…esos Andrés…esos que te manejan, que te llevan, que afectan tu ánimo, tus pensamientos, que manejan tus emociones…Puedes ser libre Andrés y creador…puedes ser lo que quieras ser. La energía te habla y te descubre…¡vívela, búscate! La sientes, la ves…es un regalo para tus creencias y tus posibilidades…¡úsala! “ Y Andrés sintió un vuelco en el alma, algo en su vida iba a cambiar y pudo leerlo en la luz sanadora de los verdes ojos de Rosita. Cogidos de la mano agradecieron y saborearon la energía esencial del amor que les acompañaba y orientaba en un nuevo camino de vida.




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