En la noche todos los gatos son pardos - Pilar Murillo


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Cuando despertó se encontró dentro de una bolsa...
Bueno, sólo tenía la cabeza dentro y no era una bolsa
cualquiera, era de las de "el corte inglés". No podía
imaginar por qué estaba de esa guisa.
Se quedó como estaba, bien quieto, intentando escuchar
algún ruido que delatase que no estaba solo. Se oía a lo
lejos unos pájaros piar, y era extraño porque él vivía en la
ciudad y ni a los gorriones escucha. Pero más que piar se
dio cuenta que eran pitidos en sus oídos. Luego escuchó el
ruido como de un microondas o algo similar. Cosa que le
taladraba el cerebro.
Comenzó a intentar recordar cómo pudo llegar hasta allí.
Sin duda lo habían secuestrado y por eso tenía una bolsa
cubriéndole la cabeza... ¿Pero qué secuestradores eran
aquellos que habían utilizado una bolsa tan cutre? ¿Podría
ser que fuese una asesina en serie? Pero él estaba vivo...
Empezó a mover sus dedos despacito, primero los de la
mano derecha y luego los de la mano izquierda,
seguidamente movió las muñecas. Pues parecía que
estaba suelto. Quizás lo acababan de soltar. Tal vez ya
habían pagado un rescate. Se preguntó así mismo si él era
una persona tan valiosa como para ser secuestrada y se
contestó así mismo también. "Trabajando en un banco
puede que un poco importante lo sea". Se cagó de miedo
literalmente. El tufillo subió para arriba metiéndose dentro
de la bolsa y para no asfixiarse con sus propios gases, con
un movimiento repentino logra liberar su cabeza de aquella
bolsa de plástico. Mira a su alrededor. Es una habitación
muy colorida, por lo menos le parece de mujer y respira
aliviado. Reaccionó con el recuerdo de lo que le acababa
de ocurrir y se levantó sigilosamente. Estaba aún con los
calzoncillos puestos, los cuales en ese momento pesaban
un poco más de lo normal. De repente entró en la
habitación Riki, tapado únicamente con un mandil de cocina
y portando una bandeja con taza de café y una tostada. Al
no esperarse despierto a su invitado, da un grito agudo y
deja caer la bandeja.
- ¡perdona! ¿el baño? (le preguntó todo apurado el
banquero.)
- Por ahí a la derecha. (Le dijo Riki)
El banquero sale tropezando con unos zapatos de mujer y
pisando un vestido dorado entallado y lleno de lentejuelas.
Salió a toda prisa, sonriéndole nerviosamente y nunca
dándole la espalda a Riki. Desapareció de la vista del
anfitrión como en la edad media se iba un lacayo de la
presencia de su rey..
- ¡Hay que ver! (suelta Riki como en soliloquio) no ligo más
con especímenes tan raros. Cinco tequilas se ha metido
entre pecho y espalda, lo aguanto llorando porque lo ha
dejado su mujer, lo traigo a casa, una cosa lleva a la otra y
se empeña en ponerse una bolsa en la cabeza. Raro, raro.
y para colmo se caga en mi cama. ¿Por qué no puedo
conocer a gente normal?
Riki termina de recoger lo que le había caído por el suelo y
se lo lleva a la cocina, vuelve a la habitación con la fregona
y cuando termina de secar el café llega su invitado con una
toalla tapando sus partes.
- ¿Estas bien? (Le pregunta Riki)
- Sí, perfectamente, pero dime ¿Acaso hemos hecho algo
más que dormir juntos?
Riki se ríe de forma burlona y al banquero se le cae la
toalla dejando visibles sus partes. Inmediatamente con
mucho bochorno el banquero recoge la toalla y se cubre.
- No cielo, aquí el único que ha dormido la mona has
sido tú, pero antes estuviste jugando con esa bolsa
hasta quedarte dormido. (Dice Riki)
- Podía haberme asfixiado...
- Cariño, esa era tu idea, querías suicidarte. ¿No
recuerdas nada?
El banquero le niega con la cabeza y Riki continúa
hablándole sobre lo que decía de su exmujer y lo harto
que estaba de su trabajo de mierda.
- ¿Pero cómo he acabado contigo, en tu casa?
- Muy sencillo (dice Riki) Anoche te equivocaste de bar,
o no, pero entraste en un bar de homosexuales y te
acercaste a la barra a pedir tequilas, te pusiste a mi lado,
yo actuó todos los viernes en ese local, imito a Paulina
Rubio y se ve que me parezco bastante porque te
estabas poniendo cachondo conmigo. Estabas muy
perjudicado, parecías un animalito perdido, así que te
traje a mi casa. Pero tranquilo, solo nos besamos, nos
desnudamos y tú poniéndote esa bolsa, te quedaste
frito. Yo dormí en el sofá. No me aprovecho de los
borrachos.
El banquero se acaba de vestir, se va echando leches
del apartamento, dándole las gracias.
- Cuando quieras, ya sabes dónde encontrarme, (Le
grita Riki desde el pasillo)
El banquero iba todo abochornado pensando que tendría
que tener más cuidado. En la noche todos los gatos son
pardos. La noche no era para una persona como él. Uno
se puede perder en decimas de segundos y lo malo no
es perderse sino que te guste las nuevas experiencias.




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