Una
se va. El resto llora y enseguida vuelven a sus tareas. Tal vez no se
vuelvan a ver más. Tal vez dure unos pocos meses más, hasta que sea
despedida. Hasta que el delantal ya no esconda lo evidente. Y se lo
tenga que quitar para pasárselo a la siguiente.
Arriba,
él sabe de su enorme poder. Sobre todas. Sobre todo el pueblo.
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