Mamá está
tratando de conseguir una cantimplora. Dice que sin cantimplora no
vamos a sobrevivir, porque sin ella tan solo podremos tomar un trago
en el reparto diario del agua. Hasta ayer teníamos una, pero nos la
robaron mientras dormíamos. Álvaro dice que cuando tengamos otra la
atará a su muñeca con el trozo de cuerda que esconde anudado
alrededor de la cintura. Pero mamá dice que no, porque pueden
cortarle la mano para robársela. Así que yo pienso que no vamos a
sobrevivir porque aunque hoy mamá consiga una cantimplora, hoy mismo
nos la pueden volver a robar. Pero mamá dice que tendremos más
cuidado. Ahora, Álvaro y yo estamos descansando, resguardándonos
del sol apoyados en un trozo de muro. Mamá no está. Mamá está
buscando a alguien para hacer “eso” y así poder conseguir la
cantimplora para cuando llegue el reparto del agua. Mamá cada vez
hace más “eso” y a Álvaro no le gusta. Dice que si un día
vuelve papá, se enfadará al enterarse de que mamá estuvo haciendo
“eso”, pero cuando tiene mucha hambre bien que le pide que lo
haga y después, cuando mamá trae algo de comer, lo traga en un
momento, sin pestañear, y sin decirle a mamá que no lo vuelva a
hacer. Mamá dice que Álvaro siempre fue un tragón. También dice
que papá no volverá, que lo llevaron a un sitio del que nunca se
sale, que a lo mejor ya está muerto. A mi me da mucha pena oír
decir que papá puede estar muerto, porque yo no me acuerdo de él y
me gustaría conocerlo. Álvaro si se acuerda, porque Álvaro ya
tiene trece años y cuando acabaron los “Días de ensueño” tenía
nueve años y por eso lo recuerda. Yo ahora tengo siete años y no me
acuerdo nada de los “Días de ensueño”, ni de papá, porque
según mamá nadie recuerda casi nada de cuando tenía tres años,
que eran los años que tenía yo cuando pasó todo. Pero mamá me
dice que papá me quería mucho, que jugaba conmigo y que me
abrazaba. Y me gusta oírlo, por mucho que diga Álvaro que papá
siempre estaba trabajando y nunca estaba en casa y que pasaba de
nosotros porque lo único que le interesaba era conseguir mucho
dinero para comprar muchas cosas. Mamá lo riñe por hablarme así,
pero Álvaro ya es un adolescente, y los adolescentes son rebeldes
porque piensan por si mismos, dice mamá. Yo no quiero hacerme
adolescente, porque muchas adolescentes desaparecen por la noche.
Pero mamá me dijo que nos íbamos a escapar, que íbamos a buscar un
sitio más seguro, para que a mi no pudieran raptarme. Álvaro quiere
ir al monte, porque dice que allí hay ríos con mucha agua y
tendríamos más comida porque él sabe cazar pájaros, que lo enseñó
el tío Tobías, el hermano del abuelo. Yo tampoco me acuerdo del tío
Tobías ni de los abuelos y me gustaría conocerlos, pero no vamos a
ir al monte porque mamá oyó decir que el agua de los ríos está
envenenada y además prohibieron cazar pájaros, y a quien los caza
los hacen desaparecer, y mamá no quiere que Álvaro desaparezca.
Hoy quise seguir a mamá para ver que es “eso” que hace, pero
Álvaro no me dejó. Me dijo que ya lo sabría cuando fuera mayor. Él
sí lo sabe, o eso me dice a mi, pero a veces me miente porque le
gusta hacerse el mayor conmigo. También le pregunté a mamá si le
gustaba hacerlo y ella me dijo que no.
Una chica
que conocí hace unos días me contó que para tener niños hay que
hacer “eso”, así que mamá con papá lo hizo dos veces, para
tenernos a Álvaro y a mí, pero ahora lo hace muchas más y en vez
de niños tiene comida, ropa o cantimploras. No lo entiendo, pero
nadie me lo quiere explicar, dicen que todavía soy muy pequeña.
Mamá también me dijo que no era lo mismo querer hacer “eso” con
un hombre, que hacer “eso” por querer a un hombre. Yo a veces a
mamá no la entiendo, dice cosas muy raras. Álvaro dice que es
porque en los “Días de ensueño” estudió una cosa llamada
filosofía, que por lo visto no sirve ni para comer ni para encontrar
un sitio con techo, sólo sirve para decir cosas que nadie entiende.
Mamá también dice que en los “Días de ensueño” la gente era
muy feliz pero que no se enteraba, y ahora, que ya se han enterado
que antes eran felices, son felices recordando cuando eran felices
sin enterarse. Mamá está enseñándome a leer y escribir, dice que
eso es muy importante, porque sin leer ni escribir no voy a salir
nunca de esta situación. Yo me pregunto por qué ella no nos saca de
esta situación si sabe leer, escribir y filosofía. Mamá siempre me
lee mi cuento, el que habla de un conejito rabioso que se escapa de
casa. Es el único cuento que tengo y lo llevo escondido debajo de la
ropa para que nadie me lo robe. Cuando encontramos un sitio
tranquilo, donde no nos ve nadie, sacamos el cuento y mamá me enseña
las letras y a Álvaro lo obliga a leer muy rápido y a formar frases
con algunas palabras, y a deletrear palabras y hasta a aprenderlas
de memoria. Otras veces nos hace dibujos en la tierra con un palo y
así estoy aprendiendo los números y las sumas y las restas. Álvaro
me dice que ya es hora de ponernos en la cola y mamá todavía no ha
llegado con la cantimplora, por eso dejamos pasar a mucha gente
delante de nosotros, porque si llegamos al punto de reparto sin nada
donde echar el agua, sólo nos dan un trago y tenemos que marchar.
Llevamos ya mucho tiempo, lo sé porque ya no hace tanto calor y
además me duelen las piernas y mamá no llega. Por fin, cuando ya
casi no quedaba nadie llegó mamá con la cantimplora. A Álvaro y a
mi se nos puso una sonrisa enorme en la cara, pero la cara de mamá
estaba triste. No entiendo por qué mamá está triste si ya tenemos
cantimplora, y además trajo también con ella un gran trozo de pan,
un par de sardinas y un poco de queso rancio. Por la noche la oí
llorar y le pregunté por qué lloraba, pero no me contestó. Yo me
apretujé contra ella para que dejara de llorar y Álvaro se apretujó
contra mi. Al poco tiempo mamá dejó de llorar porque se había
quedado dormida. Le pregunté a Álvaro por qué lloraba mamá y él
me dijo que no sabía, que seguramente lloraba porque se acordaba
mucho de los “Días de ensueño” cuando teníamos una casa con
techo y mucha comida. Yo también me acabé durmiendo deseando con
todas mis fuerzas que cuando abriera los ojos por la mañana hubieran
vuelto los “Días de ensueño” para que mamá dejara de llorar y
para que nunca más tuviera que hacer “eso” y para conocer a papá
y para que toda la gente sea feliz y se entere de que es feliz.
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