Días de ensueño - Cristina Muñiz Martín




Mamá está tratando de conseguir una cantimplora. Dice que sin cantimplora no vamos a sobrevivir, porque sin ella tan solo podremos tomar un trago en el reparto diario del agua. Hasta ayer teníamos una, pero nos la robaron mientras dormíamos. Álvaro dice que cuando tengamos otra la atará a su muñeca con el trozo de cuerda que esconde anudado alrededor de la cintura. Pero mamá dice que no, porque pueden cortarle la mano para robársela. Así que yo pienso que no vamos a sobrevivir porque aunque hoy mamá consiga una cantimplora, hoy mismo nos la pueden volver a robar. Pero mamá dice que tendremos más cuidado. Ahora, Álvaro y yo estamos descansando, resguardándonos del sol apoyados en un trozo de muro. Mamá no está. Mamá está buscando a alguien para hacer “eso” y así poder conseguir la cantimplora para cuando llegue el reparto del agua. Mamá cada vez hace más “eso” y a Álvaro no le gusta. Dice que si un día vuelve papá, se enfadará al enterarse de que mamá estuvo haciendo “eso”, pero cuando tiene mucha hambre bien que le pide que lo haga y después, cuando mamá trae algo de comer, lo traga en un momento, sin pestañear, y sin decirle a mamá que no lo vuelva a hacer. Mamá dice que Álvaro siempre fue un tragón. También dice que papá no volverá, que lo llevaron a un sitio del que nunca se sale, que a lo mejor ya está muerto. A mi me da mucha pena oír decir que papá puede estar muerto, porque yo no me acuerdo de él y me gustaría conocerlo. Álvaro si se acuerda, porque Álvaro ya tiene trece años y cuando acabaron los “Días de ensueño” tenía nueve años y por eso lo recuerda. Yo ahora tengo siete años y no me acuerdo nada de los “Días de ensueño”, ni de papá, porque según mamá nadie recuerda casi nada de cuando tenía tres años, que eran los años que tenía yo cuando pasó todo. Pero mamá me dice que papá me quería mucho, que jugaba conmigo y que me abrazaba. Y me gusta oírlo, por mucho que diga Álvaro que papá siempre estaba trabajando y nunca estaba en casa y que pasaba de nosotros porque lo único que le interesaba era conseguir mucho dinero para comprar muchas cosas. Mamá lo riñe por hablarme así, pero Álvaro ya es un adolescente, y los adolescentes son rebeldes porque piensan por si mismos, dice mamá. Yo no quiero hacerme adolescente, porque muchas adolescentes desaparecen por la noche. Pero mamá me dijo que nos íbamos a escapar, que íbamos a buscar un sitio más seguro, para que a mi no pudieran raptarme. Álvaro quiere ir al monte, porque dice que allí hay ríos con mucha agua y tendríamos más comida porque él sabe cazar pájaros, que lo enseñó el tío Tobías, el hermano del abuelo. Yo tampoco me acuerdo del tío Tobías ni de los abuelos y me gustaría conocerlos, pero no vamos a ir al monte porque mamá oyó decir que el agua de los ríos está envenenada y además prohibieron cazar pájaros, y a quien los caza los hacen desaparecer, y mamá no quiere que Álvaro desaparezca.
Hoy quise seguir a mamá para ver que es “eso” que hace, pero Álvaro no me dejó. Me dijo que ya lo sabría cuando fuera mayor. Él sí lo sabe, o eso me dice a mi, pero a veces me miente porque le gusta hacerse el mayor conmigo. También le pregunté a mamá si le gustaba hacerlo y ella me dijo que no.
Una chica que conocí hace unos días me contó que para tener niños hay que hacer “eso”, así que mamá con papá lo hizo dos veces, para tenernos a Álvaro y a mí, pero ahora lo hace muchas más y en vez de niños tiene comida, ropa o cantimploras. No lo entiendo, pero nadie me lo quiere explicar, dicen que todavía soy muy pequeña. Mamá también me dijo que no era lo mismo querer hacer “eso” con un hombre, que hacer “eso” por querer a un hombre. Yo a veces a mamá no la entiendo, dice cosas muy raras. Álvaro dice que es porque en los “Días de ensueño” estudió una cosa llamada filosofía, que por lo visto no sirve ni para comer ni para encontrar un sitio con techo, sólo sirve para decir cosas que nadie entiende. Mamá también dice que en los “Días de ensueño” la gente era muy feliz pero que no se enteraba, y ahora, que ya se han enterado que antes eran felices, son felices recordando cuando eran felices sin enterarse. Mamá está enseñándome a leer y escribir, dice que eso es muy importante, porque sin leer ni escribir no voy a salir nunca de esta situación. Yo me pregunto por qué ella no nos saca de esta situación si sabe leer, escribir y filosofía. Mamá siempre me lee mi cuento, el que habla de un conejito rabioso que se escapa de casa. Es el único cuento que tengo y lo llevo escondido debajo de la ropa para que nadie me lo robe. Cuando encontramos un sitio tranquilo, donde no nos ve nadie, sacamos el cuento y mamá me enseña las letras y a Álvaro lo obliga a leer muy rápido y a formar frases con algunas palabras, y a deletrear palabras y hasta a aprenderlas de memoria. Otras veces nos hace dibujos en la tierra con un palo y así estoy aprendiendo los números y las sumas y las restas. Álvaro me dice que ya es hora de ponernos en la cola y mamá todavía no ha llegado con la cantimplora, por eso dejamos pasar a mucha gente delante de nosotros, porque si llegamos al punto de reparto sin nada donde echar el agua, sólo nos dan un trago y tenemos que marchar. Llevamos ya mucho tiempo, lo sé porque ya no hace tanto calor y además me duelen las piernas y mamá no llega. Por fin, cuando ya casi no quedaba nadie llegó mamá con la cantimplora. A Álvaro y a mi se nos puso una sonrisa enorme en la cara, pero la cara de mamá estaba triste. No entiendo por qué mamá está triste si ya tenemos cantimplora, y además trajo también con ella un gran trozo de pan, un par de sardinas y un poco de queso rancio. Por la noche la oí llorar y le pregunté por qué lloraba, pero no me contestó. Yo me apretujé contra ella para que dejara de llorar y Álvaro se apretujó contra mi. Al poco tiempo mamá dejó de llorar porque se había quedado dormida. Le pregunté a Álvaro por qué lloraba mamá y él me dijo que no sabía, que seguramente lloraba porque se acordaba mucho de los “Días de ensueño” cuando teníamos una casa con techo y mucha comida. Yo también me acabé durmiendo deseando con todas mis fuerzas que cuando abriera los ojos por la mañana hubieran vuelto los “Días de ensueño” para que mamá dejara de llorar y para que nunca más tuviera que hacer “eso” y para conocer a papá y para que toda la gente sea feliz y se entere de que es feliz.




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