El libro de aventuras - Cristina Muñiz Martín

Muchacha leyendo a la sombra de un árbol


 
El árbol mecía sus hojas con suavidad, ofreciéndole un refugio frente al sol de un mediodía de agosto. La piedra plana se ofreció como asiento. Nora para corresponder a sus atenciones les leyó una historia de aventuras. El árbol comenzó a llorar por todas sus hojas cuando supo que muchos de sus hermanos habían sido asesinados en selvas lejanas y urbanizaciones cercanas. La piedra comenzó a llorar cuando supo que muchas de sus hermanas habían sido descuartizadas a lo largo y ancho del mundo. Nora pensó que para acabar con el culo y la cabeza mojados, mejor se tumbaba en su cama debajo de la lámpara ventilador. Y allí los dejó, plantados en la tierra. A partir de ese día, el árbol plegaba sus ramas, negándose a dar sombra, en cuanto la veía aparecer. La piedra soplaba y soplaba hasta sacar de ella todo el calor, mostrándose fría como una piedra que era. Estaban enfadados con Nora, pues siempre habían sido felices con sus vidas y ahora, por su culpa, no podían dejar de pensar en viajes fantásticos a tierras maravillosas, aún a riesgo de ser asesinados. Mejor eso que vivir eternamente inmóviles.

















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