Pérdida de color - Cristina Muñiz Martín
Estaba
contemplando el mar cuando pensó en sorprender a su mujer
regalándole flores. Quería rosas rojas pero se habían agotado.
Eligió unas de color rosa pálido. Con el ramo en las manos se
dirigió al camarote. Su mujer estaba dormida, descansando un rato
del ajetreo del viaje. Él la despertó con los besos suaves y
dulces de un eterno enamorado. Ella ronroneó, abrió los ojos y
sonrió. Miró las flores. En ellas vio la historia de su vida. Las
rosas, antes rojas, habían ido perdiendo su color hasta convertirse
en un rosa desvaído. Supo, con toda certeza, que el color
continuaría disminuyendo hasta alcanzar un tono blancuzco. En ese
momento tomó la decisión largamente postergada. Pero antes
disfrutaría del crucero, regalo de la familia por su veinticinco
aniversario de boda. Después, más bien pronto que tarde, le
hablaría a él de su cansancio, de su aburrimiento, de sus sueños
de navegar por otros mares, de su amante.
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