Las razones de Mateo - Gloria Losada



Miraba por la ventana desde la cama en que estaba postrada desde hacía ya tanto tiempo. El sol lucía con fuerza y una ligera brisa movía las ramas de los escasos árboles que se apostaban a lo largo de la calle larga y estrecha, igual que aquel día, diez años atrás, cuando su vida se había convertido en una muerte lenta y silenciosa. Una vez más lo odió con todas sus fuerzas. Mateo no tenía razones para abandonarla y si no lo hubiera hecho ella no sería la piltrafa humana en la que se había convertido.
Conoció a Mateo cuando estaba en su último año en la Universidad. Tenía ante sí una prometedora carrera como abogada. Su padre, directos de un prestigioso bufete, pensaba jubilarse en unos años y dejarla a ella al mando. Sus notas eran las mejores y los casos prácticos que le habían encargado los había resuelto de manera brillante. El destino le sonreía.
Mateo era uno de los operarios que trabajaban por aquel entonces en la reforma del ático que sus padres le habían regalado, era el fontanero. Alto, de cuerpo atlético, moreno de tez y rubio de pelo, con unos ojos verdes medio rasgados que daban a su rostro, un aspecto melancólico, tímido, triste. Le gustó desde el primer momento y desde el primer momento se propuso conquistarle. Estaba segura de que se lo pasarían muy bien en la cama. No lo deseaba más que para eso. Era evidente que no pensaba casarse con un don nadie como él. Incluso era probable que no se casara jamás; amaba demasiado su libertad, aunque llegado el caso tampoco le importaría hacerlo con alguien de su posición, por eso de dar gusto y algún nieto a sus padres, que eran ya mayores y valoraban mucho semejantes bobadas.
El muchacho se rindió a su conquista. Además de guapa era afable y simpática y pocos hombres eran capaces de resistirse a sus encantos. Comenzaron tomando unas cervezas en una terraza, luego alguna cena y finalmente terminaron donde ella quería, retozando en la lujosa suite de uno de los mejores hoteles de la ciudad. Ni siquiera para sus juegos sexuales le valía cualquier lugar.
Usó a Mateo unas cuantas veces, tras la cuales decidió deshacerse de él con la excusa que ponía siempre, que era demasiado joven para atarse a nadie, que le quedaban muchas cosas por hacer, que quizá más adelante.... Con lo que no contaba era con que el amor llamara a la puerta de ambos, aunque de forma bien distinta. Mateo la amaba de verdad, ella simplemente no podía sacárselo de la cabeza, y aunque después de dejar la relación, dos o tres tipos calentaron su cama, Mateo siempre regresaba a su pensamiento, o tal vez nunca saliera de él.
Una tarde lo llamó y haciendo un esfuerzo sobrehumano le pidió perdón, le dijo que se había dado cuenta de que él era especial, de que nunca había sentido lo que sentía a su lado y de que le gustaría que se dieran una segunda oportunidad. Él le creyó y regresó a su lado. Se hicieron novios, pero una chica como ella no estaba hecha para atarse a nadie. Mateo en realidad no era más que un capricho, un quiero y no puedo, un ni contigo ni sin ti. Si salían con sus selectos amigos se avergonzaba de que su novio fuera un simple fontanero y no tuviera carrera universitaria. En más de una ocasión lo había humillado echándole en cara su incultura en este o aquel otro tema durante las sesudas conversaciones en las que pretendían arreglar el mundo. Si notaba sobre sí la mirada lasciva y suplicante de algún chico de la alta sociedad se preguntaba qué coño hacía al lado de un don nadie, un simple fontanero, un hombre humilde sin más pretensiones que su trabajo, su familia y capear la vida de la mejor manera posible, buscando una felicidad que a veces se presentaba de cara y a veces de espalda. En no pocas ocasiones lo largaba con viento fresco con la intención de aplacar sus ganas de sexo con alguno de aquellos otros idiotas que babeaban por ella. Les contaba que Mateo era solo una diversión, aunque todos pensaban que aquel capricho le estaba durando demasiado tiempo.
Hasta que él se hartó. Mateo podía ser un muchacho humilde que había terminado el instituto a duras penas, pero de tonto no tenía un pelo. Sabía lo que quería, que no era precisamente ser el monigote de una manipuladora, y un buen día la dejó. No le dio demasiadas explicaciones, ella sabía sus razones, que las tenía, a la vista de todo el mundo estaban, de ella también, aunque se negara a reconocerlas. Él borró de su móvil el número de teléfono de ella y la expulsó de su corazón y de su vida, con dolor pero sin contemplaciones y pasado un tiempo encontró a una mujer que le dio el valor que se merecía y la felicidad simple y llana que buscaba.

Ella no pudo soportar la humillación. Jamás nadie la había abandonado, eso era un privilegio que no le correspondía a nadie más que a ella misma y cuando se enteró de que Mateo tenía un nuevo amor con el que era feliz, enloqueció. Montó en su coche dispuesta a ir al encuentro de aquella fulana y ponerla en sus sitio como se merecía. Pero jamás llegó a su destino. La velocidad excesiva hizo que su coche se despeñara por un barranco y el resultado no había podido ser más trágico. Desde entonces permanecía postrada en la cama, sin poder mover más que su cabeza. Mateo había tenido la culpa, por su indiferencia, por su abandono. Ella pensaba que no había tenido razones para dejarla tirada. Todos los demás sabían que sí.


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