Comenzamos igual ¿Te
acuerdas? Cantando en las estaciones del metro, con un plato a
nuestros pies para que los viandantes nos echaran unas monedas. A
veces teníamos suerte y marchábamos a casa con algo de dinero en el
bolsillo; otras, sin embargo, apenas nos daba para tomar una cerveza.
Éramos jóvenes, teníamos la cabeza llena de ilusiones y muchas
ganas de triunfar. Nos habíamos hecho la promesa de que jamás nos
abandonaríamos la una a la otra, de que si alguna tenía suerte y
algún cazatalentos se fijaba en sus cualidades, la propuesta que le
hiciera había de ir ligada, necesariamente, a aceptar a la otra.
Pero tú la rompiste. Aquel muchacho solo te quería a ti, decía que
mi voz no se adaptaba a las exigencias del mercado musical de
entonces. Al principio te resististe, pero al final me mandaste a
paseo, muy finamente, con un millón de excusas y otro millón de
perdones. Pero no, ya ves, no te he perdonado. Y ahora ha llegado el
momento perfecto para mi venganza. Mientras a ti te lanzaban al
estrellato yo pasaba a ser estudiante anónima y pasito a pasito he
logrado convertirme en la mejor abogada penalista de la ciudad, jamás
he perdido ningún caso. Pero lo siento, no voy a defenderte, no te
hubieras juntado con ese concejalillo de tres al cuarto ni le
hubieras ayudado a blanquear dinero, ni que no te llegara el que ya
ganabas a espuertas. No voy a ayudarte, lo siento
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Donde las dan las tomas, muy bueno
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