Tenía
la casa limpia y perfumada, todo en orden para la visita, me encontraba
contenta preparando la comida para Daniel, mi primer novio, estaba muy
emocionada, iba a conocer mi casa y tenía que conquistarle por el estomago,
como me había dicho Purita, y en ello estaba, preparando un plato de cuscús con
mucho comino, como a mi me gusta, no era una comida formal y no debía ser
pesada, por si detrás había opción a algo más.
El
tajin ya estaba en su punto, las frutas en el frutero, y las tortas recién
salidas del horno, sólo faltaba esperar por el invitado, que emoción y que
vergüenza si algo saliera mal, pero no saldrá, he cuidado bien todos los
detalles, no he dejado nada al azar, por fin a mis cuarentaitantos tengo novio
y le voy a demostrar lo buena que puedo ser con la casa y con lo que se tercie.
Suena
el timbre de la puerta y mi gato
Bastián asustado pegó tal salto maullando que casi me hace tirar la botella de
vino que en ese momento estaba abriendo, me dirigí a la puerta toda nerviosa y acelerada
por no alargar la espera de mi enamorado, sonriendo y colorada por la carrera
le saludo efusivamente, pero mi sonrisa se congela cuando veo que él esta serio
mirando al interior del salón, me giro para ver cual es su punto de interés, y
grito al comprobar que todo el suelo estaba ocupado por la goma espuma de un cojín rojo que flácido reposaba en el
suelo, casi me desmayo del susto y tartamudeando intento explicarle que a mi gato no le gusta el rojo y el muy
desgraciado había deshecho el cojín.
No
va y dice que se marcha, que debajo de su chaqueta llevaba un polo rojo y no
estaba dispuesto a sufrir el mismo acoso que el desgraciado cojín.
Así
que vuelvo a estar sola, con mi gato
y sin cojín, comiéndome yo solita el
riquísimo cuscús, la botella de buen vino ya se encuentra terciada y que no se
me cruce el gato porque si le pillo le
doy un guantazo.
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