Decían
de él que vivía en las nubes, aunque no era cierto. Simplemente
estaba enamorado de la luna. Por eso pasaba las noches mirando al
cielo, acariciando a su amada con la punta de los dedos, dibujándola
desde lejos con sus pinceles de sueños. Los demás lo llamaban loco.
Él lo llamaba amor.
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