María
era una joven de veinticinco años, con los nervios e ilusiones de
esa edad y los miedos, que no eran pocos. No era la primera vez que
visitaba la capital, aunque sí sería la primera vez que pasaría
tiempo sin los suyos.
Allí
estaba ella, a punto de bajarse del autocar y perderse por las calles
de Madrid. Le quedaba todo un año por delante, el tiempo que le
llevaría hacer un máster en marketing y empresas.
Unos
amigos de sus padres le habían alquilado una habitación en el
barrio de la Latina.
Por
lo menos estaría rodeada de cultura y muy céntrica.
El
viaje le estaba resultando largo y cansado y deseaba llegar a su
destino y descansar.
María estaba muy unida a su
familia, por eso al irse fuera a estudiar, se llevó con ella un
recuerdo de cada miembro de su hogar. De su hermano, un lápiz de
memoria; de su padre una chaqueta de lana que se pondría en casa
para darse calor. Le gustaba oler el perfume que aún tenía de su
progenitor; de su madre llevaba una cadena de oro con crucifijo que
no se quitaría nunca, ni para ducharse.
Estaba
tan contenta que parecía que el corazón se le fuese a salir por la
boca. Así, ensimismada en sus cosas caminaba con su maleta,
dirección a tomar un taxi. De repente tropieza con un joven de más
o menos su edad, se caen los dos por el suelo en una maraña de
piernas, brazos y maletas, se piden disculpas, el chico se le queda
mirando con la boca abierta, asombrado de la belleza de María. Ella
le tiende su maleta y recoge la suya. Siguen sus respectivos caminos.
Cada
uno de los jóvenes al llegar a sus direcciones e instalarse en sus
dormitorios, abren las maletas. Ella encuentra, ropa de hombre y una
maquinilla de afeitar.
Él
lo primero que ve es un sostén lo coge y al olerlo le vino a la
mente la escena del tropezón con María. Se espabila y rebusca a ver
si encuentra algo que pueda indicarle dónde está ubicada la bella
joven con la que se tropezó.
Justo en ese momento sonó el
teléfono de la habitación del hotel donde se hospeda el joven.
María había encontrado dentro de la maleta una tarjeta con el
nombre del hotel, y llevó consigo la maleta equivocada. Lo que
aconteció después en el hall del hotel situado en la Gran Vía fue
el inicio de una bonita historia.
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