--Hay
que tener paciencia con la madera,
Mauricio—decía el maestro. Debes tratarla como a una amante
y ella acabará dándote su recompensa.
Mauricio
lo miraba como si estuviera loco. A él la madera no le decía nada y
lo de compararla con una amante le parecían las palabras de un viejo
chocho ¿Cómo podía comparar la madera con la piel suave y sedosa
de Teresina, su novia? La madera era áspera y dura y costaba
trabajarla. No, el maestro no tenía ni idea, no le extrañaba que
viviera solo.
Muchos
años después, Mauricio repetía las mismas palabras que le dijera
su maestro, para enseñar a otros jóvenes que, como él en sus
tiempos, no tenían interés ni en la madera ni en ninguna otra cosa
que no fuera pasarlo bien y disfrutar. Pero ahora sabía que, con
tesón, se consigue todo en
la vida, desde hacer objetos bonitos con la madera hasta salir de
pozos tan profundos como el de la droga. Tan solo se necesita una
mano amiga, como la de Mauricio, su maestro.
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