Una carambola del destino - Gloria Losada


Desde pequeña Alicia había querido ser escultora, pero escultora de madera, como había visto hacer a su abuelo desde siempre. El hombre sujetaba los trozos de madera entre las piernas y con un formón la iba tallando y dándole vida. Hoy surgía un rostro, mañana una mano, pasado hasta un paisaje.... La muchacha quiso seguir sus pasos, pero aunque trabajaba con empeño y tesón, la talla no era lo suyo y después de intentarlo durante un tiempo al final desistió, se guardó la primera figura que hizo, que pretendió ser una botella y parecía más bien cierta parte de la anatomía masculina, y se dedicó a otros menesteres. Pero su preciada botellita siempre iba con ella, en el bolsillo de su chaqueta o de su pantalón, decía que le daba suerte, y no se equivocó.
En la última edición de la Feria de Arte ARCO la contrataron como azafata. Y como siempre llevó su talismán en el bolsillo. Un día, de regreso a casa, se dio cuenta de que lo había perdido y se puso muy triste... hasta que sonó su móvil. La reclamaban de inmediato en la feria. Su trozo de madera había sido visto por un excéntrico millonario que vio en el artilugio arte puro y duro. Se pensó que era un objeto de exposición y deseaba comprarlo.
-¿Cuánto pide? - le preguntó el hombre.
-Doscientos mil euros – respondió ella por decir algo, vistas las estupideces que se vendían por allí a precios desorbitados.
Se los pagó el tipo. Y Alicia retomó su antiguo sueño. De sus maderos hoy surgen objetos sin identificar, pero qué más da. Se los pagan más que bien.....



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