-- ¡No quiero volver a verte!
-- Crasssshhhhh
Todos corrieron preocupados al oír el fuerte ruido que provenía de
la habitación cercana.
-- René ¿Qué ha pasado? ¿Estás bien?
Nada más entrar se veian cristales por todo el suelo, el espejo que
hacía unos instantes formaba parte de la puerta del armario ropero,
ahora estaba hecho añicos por toda la habitación.
-- ¡No quiero volver a ver a ese tipo que aparece en esa puerta, no
me gusta, es muy feo, y estoy cansado de que me espíe
constantemente, así que ya he terminado con él, se acabó, ya no
aparecerá más!, ¡menudo alivio!
René es uno de los pacientes alojados en el Hospital Neurológico
Massanno, padece Disneuropatía Radical Cognitiva, una rara
enfermedad que no le permite reconocer el reflejo de su imagen y eso
le crea grandes conflictos emocionales de crisis de pánico o de
angustia.
Su familia lo ingresó allí porque su director, un médico de gran
renombre, estaba haciendo progresos en ese tipo de enfermedades, y
estaban esperanzados de que René pudiera llegar a ser una persona
normal.
Pero el famoso doctor no estaba consiguiendo progresar en la curación
de su paciente, algo fallaba en este muchacho que no acababa de
mejorar con su tratamiento, así que reunió a su equipo y se lo
dijo: -- Hay que encontrar en el plazo más corto de tiempo otro
tratamiento para René, quiero que estudiéis a fondo su historial,
que consultéis con otros colegas sobre tratamientos alternativos y
si tenéis alguna idea al respecto, por muy descabellad que sea, la
contéis, hay que intentar mejorar a ese muchacho.
El doctor Massano es un buen profesional, se especializó en
enfermedades neurológicas raras porque en su familia hubo enfermos
con dichas patologías y eso le estimuló a estudiar e investigar
para poder curarlos, pero este paciente le estaba desconcertando,
creía que ya había averiguado todo sobre su enfermedad, pero estaba
a la vista que no era así, tenía que repasar el historial junto con
el tratamiento y ver si algo se les había pasado.
Mientras tanto René paseaba por el jardín del centro, un bello y
relajante entorno en el que los pacientes podían distraerse y tomar
el sol, algo muy positivo para ellos, pero donde tenían prohibido
acercarse hasta estar curados era al pequeño lago, lleno de
nenúfares y patos, sus aguas tranquilas podían reflejar la imagen
de quien se acercara y a los que aún estaban enfermos eso les
irritaba aún más.
Al pasear por el jardín se encontró con Verónica, una enfermera
simpática y amable que había tomado especial cariño a René,
intentaba tranquilizarlo y que volviera a un estado de normalidad
para poder hablar con él sobre lo sucedido en su habitación.
Se pararon cerca de un lateral del edificio y vieron como un
pajarillo osaba entrar por una ventana abierta al interior de la sala
de visitas, fue entonces cuando el muchacho hablando
entrecortadamente, empezó a desvelar su secreto, “en una ocasión
cuando era niño, mientras dormía en una noche calurosa, por mi
ventana entró una sombra con la cara muy fea y con el dedo en la
boca en señal de silencio, me conminó a que callara mientras se
llevaba a Colás, mi canguro preferido con el que siempre jugaba”,
desde entonces cada vez que veía un cristal o un espejo siempre veía
esa cara y le hacía recordar a su peluche al que echaba mucho de
menos.
Por lo visto el trauma que vivió de niño era cierto, tras
interrogar a sus padres al respecto, lo confirmaron, aunque no
exactamente, ya que sí recordaban el canguro que su abuelo le había
traído de un viaje a Australia, y que además había desaparecido
como por arte de magia, pero nunca tuvieron conocimiento de que
alguien hubiera entrado en su casa a robar algo de tan poco valor.
Al doctor Massanno bien poco le importaba el valor económico que
tuviera aquel peluche, sino el sentimental que estaba afectando al
raciocinio de su paciente, y conociendo ahora el origen de su
problema, sería más fácil encontrar solución al mismo.
Tras un proceso lento y largo en el que intervinieron diversos
peluches y la paciencia de Verónica, pudieron conseguir que René
contemplara a aquel individuo que se asomaba cada día a los espejos,
como un amigo que le ayudaba a lavarse bien la cara o a peinarse
recta la raya del cabello, a ponerse bien la corbata o comprobar si
tenía los botones de la camisa bien abrochados, seguía sin percibir
que aquella figura era la suya, pero al menos logró conciliar su
problema con una vida normal, en compañía de su otro yo.
Cuando finalmente su abuelo se enteró de la causa de la enfermedad
de su nieto, se sintió muy apenado y entristecido, pensando que por
culpa suya René había perdido unos preciosos años de su vida. Él
sí se había dado cuenta de la pérdida de Colás, y del valor que
tenía para quien se lo llevó, ya que en la bolsa del canguro no
había otro cangurito, sino 5 piedras preciosas que él había pasado
de contrabando en aquel viaje, y estaban destinadas a su nieto para
cuando fuera mayor.
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