Mi casa - Clara Conde

                                        



Sė que poner este piso en alquiler es lo mejor que podemos hacer, lo más sensato, la mejor solución. Sé que es un pozo sin fondo así como está, vacío. Hay que pagar la comunidad, los mantenimientos del garaje, las humedades del trastero.
Sé que las casas cerradas sólo van a peor; algo les pasa que estando vacías envejecen más deprisa, como si les afectase la soledad. Mi marido dice que tiene que ver con la falta de aire fresco, que la atmosfera viciada estropea los materiales. Es un hombre muy listo y muy práctico. Yo prefiero pensar que las casa vacias son como la piel mudada de una serpiente: se saben unas cosas inútiles, les falta la vida y dejan de vivir.
Es la mejor solución. Lo sé. En la inmobiliaria nos han desaconsejado vender porque es mal momento. Si lo que necesitamos es ir cubriendo los gastos que el piso genera lo mejor es alquilarlo.
Todos tienen razón, no puedo decir nada en contra.
Sólo que es el piso de mis padres.
Es la casa donde yo nací, donde aprendí a caminar. Donde vi a mis hermanos por primera vez cuando llegaron del hospital. Por la ventana de este salon espiaba yo la llegada de Luis, para bajar corriendo al portal, cuando yo aún creía que papá no sabía que tenia novio.
Es la casa que me vio marchar con mi deslumbrante vestido de novia.
Ya se han llevado todos los muebles viejos y la sensación de piel vacía es abrumadora. Mis pasos hacen retumbar eco por toda la casa.
No me importaría mudarme aquí. Poner mi común y corriente piso en alquiler y que éste volviera a ser un hogar. Pero sólo a mí no me importaría; a mi familia, a mi marido y a mi hija, les dio la risa cuando lo dije. Nuestros muebles y nuestra vida son demasiado modernos para este viejo barrio, para este viejo edificio sin ascensor, para este viejo piso que, a fin de cuentas, para ellos no significa nada.
Asi que adios, casa. Hasta siempre. He querido venir sola a despedirme de ti y así, si se me escapa alguna lágrima, quedará entre tú y yo.
Me llevo lo único que no he consentido que se tirara: la maleta donde papá guardaba como un tesoro sus discos de vinilo. Mira que eres tonta, para qué los quieres, si no tenemos tocadiscos. ¿Para qué los quiero? Para no olvidar nunca lo que es el amor.
Los domingos por la tarde mamá hacía churros y chocolate para, los cuatro. Papá sacaba la maleta de los discos, siempre manejándolos con mucho cuidado, con mucha devoción. Y con el mismo cuidado y la misma devoción, ese hombre que no podia permitirse salir a bailar con su mujer, la cojía entre sus brazos, le dedicaba una sonrisa cómplice y bailaban y giraban de una habitación a otra, mientras lo niños reíamos y aplaudíamos con la cara llena de chocolate.
Sí. Lo sé. Lo mejor es alquilar el piso.
Me voy de una vez.
Oigo voces en la escalera y por el lenguaje y el tono tan profesional, sólo puede ser alguien de la agencia con un cliente potencial.
No tengo ánimos ahora para este encuentro y me escondo en el descansillo, un piso mas arriba, para esperar a que entren y bajar sin que me, vean.
Ay, cielo. No he visto la casa y ya estoy enamorada. Me gusta la calle y el edificio.... Dice una voz femenina.
Bueno cariño, no te apresures. Contesta él.
La chica de la agencia se ríe de manera forzada y oigo el ruido de las llaves en la cerradura.
Me puede la curiosidad. Asomo un poquito para echarles un vistazo. Qué jovenes son, poco mayores que mi hija. A la chica se le nota un embarazo de pocos meses.
Y lloro. Ya no puedo ni quiero evitarlo. Para ellos comienza una nueva vida y la mía seguirá, pero siento que lo mejor de mí ha quedado tras esa puerta.




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1 comentario:

  1. Me alegro que hayas vuelto a escribir, y que retomes cosas que ya seguro tenias olvidadas.
    Me ha encantado tu relato, y ya sabes que yo de leer poco, pero te engancha,
    Felicidades

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