Hans - Isabel Marina


                                              

Se abrió la puerta del ascensor y salió Hans, el vendedor de enciclopedias. Aunque su nombre era alemán, Hans era más español que el chotis y de tamaño diminuto, menos de 1,50, aunque su cuerpo era fuerte y estaba bien formado.
Hans se dirigió a la primera puerta que halló a su derecha y llamó al timbre. Se atusó un poco el bigote y esperó. Le abrió una mujer muy alta, y eso a Hans le impactó. La mujer, sin que Hans abriera la boca, le pidió que entrase y lo hizo.
Le condujo al salón y le hizo sentarse.
-Hola, Hans, soy Natacha. Te estaba esperando.
El hombre se quedó boquiabierto. No podía entender que ella le conociera pues nunca avisaba de sus visitas.
-¿Cómo sabe Usted mi nombre?
-Porque esta noche se me apareció en un sueño. Soñé que iba a venir a verme un señor pequeño llamado Hans para venderme una enciclopedia.
Hans no daba crédito. Pero estaba habituado a situaciones extrañas y decidió aprovechar el momento para hablar a Natacha de su enciclopedia sobre los animales salvajes del mundo. La mujer le cortó rápidamente.
-Mire, Hans, yo no estoy interesada en sus enciclopedias. Sin embargo, puede que a Usted le interese algo que yo estoy en condiciones de ofrecerle.
Natacha se puso de pie y le pidió que se levantara. Con las manos, comparó las medidas de ambos. Ella llegaba a 1,90 y Hans a su lado parecía un enano.
-Hans, yo sé que usted sufre por ser tan pequeño. Yo tengo un producto milagroso que podría hacerle crecer. Sólo le costaría 100 euros y en tres semanas alcanzaría mi tamaño.
Hans se sintió mareado y se sentó en el sillón.
-No sé cómo puede Usted conocer esto de mí. Toda la vida he padecido por ser tan bajito, pero yo he venido aquí a venderle una enciclopedia, no a comprarle nada, porque no creo en los milagros y ya he crecido todo lo que tenía que crecer.
La mujer, que era tonta y no lo sabía, insistió mucho en su producto y ensalzó sus miles de ventajas. Hans empezó a ponerse muy nervioso y se levantó para irse. De repente, desde el fondo del pasillo se oyó un vozarrón que decía:
-Mamá, ¿qué estás haciendo? ¿Otra vez intentando vender tu producto a alguien?
Se oyeron unos pasos y apareció Diego, el hijo de Natacha, que alcanzaba los dos metros de altura. Hans se quedó impresionado.
-Hola, Hans, dijo Diego.
-Pero ¿cómo sabe Usted mi nombre?
-Porque yo también le vi en un sueño. Pero no haga caso de mi madre, que es tonta redomada. El producto que intenta venderle no puede hacerle crecer. Sin embargo, yo sí tengo un producto que podría interesarle.
- Mire, señor, contestó muy alterado Hans, ¡no sé cómo pueden ustedes conocer mi nombre, yo he venido aquí a vender una enciclopedia de animales salvajes, y veo que están todos locos, así que me voy!
El pequeño Hans se levantó rápido y se dirigió a la puerta. Los dos gigantes intentaron impedirle que saliera, cercándole el paso. Pero Hans, que gracias a su tamaño sabía escurrirse muy bien, salió corriendo de la casa y gritando:
-¡Locos, en esa casa están todos locos!






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