Mi vecina - Rufino García Álvarez



Salí corriendo a buscarla al descansillo y allí estaba ella, semidesnuda, avanzando hacia mi puerta. “Hola Juan, ¿Viste las noticias?, ya veo que hemos pensado lo mismo”.
Marta se había mudado al apartamento de al lado hacía tres meses y nos teníamos unas ganas locas, pero no acabábamos de dar el paso. “¿Cuánto tiempo tenemos?”, me preguntó mientras se quitaba la ropa. “Unos 10 minutos”, le respondí mientras la tumbaba sobre la cama.
Follamos como si no hubiera un mañana. De hecho, no lo iba a haber. La bomba de hidrógeno había sido detonada a 30 km y el anillo de radiación tardaría unos 15 minutos en barrernos del mapa. Nos corrimos y nos quedamos abrazados, desnudos, mirando hacia la ventana, esperando lo inexorable.






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