Cesáreo,
bizco, maduro,
gafas
culo de botella,
calvo
y con semblante duro.
Y
aún así, os lo aseguro,
su
encanto dejaba huella.
Al
cumplir sesenta y nueve,
cuatro
años de pensionista,
pensó:
"la vida es muy breve,
sólo
vive quien se atreve".
Y
se apuntó a un club nudista.
La
chica de recepción,
completamente
desnuda,
le
rellenó la inscripción.
Fue
una buena decisión,
no
tenía ninguna duda.
"De
prueba un día gratuito,
no
le cobraremos nada.
Disfruté
hasta el infinito.
El
único requisito:
Ir
en pelota picada.
Hay
tenis, sauna, piscina,
está
el Jardín del Edén,
fisioterapia,
cantina
y
una playa cristalina.
Aquí
lo va a pasar bien."
"Me
suena de maravilla,
pero
tengo una cuestión,
una
pregunta sencilla.
Tengo
mal una rodilla
y
necesito el bastón."
"Por
supuesto caballero
use
el bastón sin problema.
Su
llave del taquillero.
Vaya
hasta allí lo primero
y
broncéese, que el sol quema."
Se
dirigió al vestuario
para
quitarse la ropa.
Era
como un balneario
llevando
al aire "el canario",
Y
piensa ¡Menuda tropa!
Salió
con cierto reparo
y
fue al jardín del Edén.
Le
miraban con descaro
y
en un seto busco amparo.
"¡Me
meto en cada Belén!"
Y
justo al lado del seto,
una
rubia impresionante,
le
ponía muy inquieto,
y
aunque quiso ser discreto,
empezó
a estar jadeante.
Fue
imposible de evitar,
era
el instinto animal.
"Aquello"
empezó a vibrar.
No
lo pudo controlar.
Tuvo
una erección brutal.
La
rubia vino a su lado,
le
dijo muy natural
"Ya
veo que usted me ha llamado.
¿cómo
quiere ser follado,
o
va a preferirlo oral?"
Viendo
a Cesáreo dudar,
le
explicó la situación:
"Si
te apetece follar,
es
la forma de llamar,
el
mostrar una erección."
Y
sin más preliminares,
aquella
desconocida
cogió
sus bolas a pares,
le
hizo juegos malabares
y
echó el polvo de su vida.
"Adiós,
hasta otra ocasión."
Casi
no podía creerlo,
temblando
por la emoción,
le
cayó al suelo el bastón
y
se agachó a recogerlo.
Escucho
un "mío" sonoro,
sintió
una presión trasera;
un
tío cachas, sin decoro,
le
perforó su tesoro.
¡Y
sin dejar nada fuera!
Agachado
como estaba
Cesáreo
se revolvía.
Y
cuanto más peleaba,
cuanto
más forcejeaba,
más
adentro lo sentía.
El
cachas le dice chulo:
"Oiga,
que aquí esto es normal.
Cuando
alguien sin disimulo,
se
agacha y enseña el culo,
es
que quiere sexo anal"
Erguido,
fue hasta la entrada.
"¡Quiero
borrarme de socio!"
La
chica, un tanto asustada,
le
pregunto preocupada:
¿No
ha disfrutado del ocio?
La
verdadera razón,
es
la frecuencia, hija mía.
Al
mes tengo una erección,
pero
se me cae el bastón,
más
de diez veces al día.
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