De nuevo en casa - Clara Conde


                                                
Como cada día, he pasado la mañana entregando curriculums e intentando retomar todas las relaciones que pudieran ayudarme. Regreso a casa caminando despacio porque se me hace difícil volver. Tan difícil como fue tomar la decisión de volver cuando las cosas se torcieron y los ahorros se acabaron sin encontrar un nuevo trabajo.
Quiero a mis padres y ellos me quieren a mí, pero no es fácil dar marcha atrás en el tiempo, ocupar de nuevo mi habitación juvenil rodeado de un mar de cosas que me recuerdan que éste ya no es mi sitio.
Mamá hace lo que puede por adaptarse y no se queja de la nueva situación, pero en casa se respira un aire de tensión inevitable, como si un volcán dormido estuviera a punto de erupcionar. Porque mi mudanza ha coincidido con la prejubilación forzosa de papá, así que tiene a dos hombres ociosos y medio deprimidos a su alrededor.
La encuentro en la cocina, como siempre, con varias cacerolas al fuego.
- La comida ya está, baja a por tu padre –me dice.
No necesito más explicaciones y obedezco. Papá está en el bar de abajo, sentado a una de las dos mesas con otros tres hombres y un dominó.
Me saluda con la cabeza y yo me quedó de pie a su lado, presionando en silencio.
- Cuando acabe la partida –dice al fin. Y yo vuelvo a subir a casa.
- Enseguida viene- le dijo a mi madre.
- ¿Había bebido? –pregunta ella.
- No –le miento.
Mamá empieza a secar unos platos del escurridor, y siento que se merece alguna alegría.
- Hoy he tenido una entrevista que me da buenas vibraciones –le digo.
Ella se limpia las manos y lanza un beso a la lámpara del techo, a la vez que dice: “ Ayúdale, por favor, ayúdale”.




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