La
crisis dejó un feo paisaje urbano lleno de locales vacíos
empapelados con carteles de ‘Se alquila’.
Un
buen día yo elegí uno cualquiera, me senté en el escalón y saqué
mi guitarra.
Toco
por gusto, para alegrar con mi música el paseo de los viandantes. A
veces, las menos, canto y destrozo la canción escogida. Pero mi
público siempre amable, me ofrece sus aplausos y sonrisas. Y algunos
eurillos, aunque no toco por eso.
Parece
que la crisis va pasando. La ciudad va volviendo a recuperar su
pulso. Ya se ven menos locales vacíos y más negocios nuevos.
Justamente en mi local
han abierto un banco. Y donde me sentaba está el cajero automático.
Ahora toco enfrente.
Pero,
aunque me siguen aplaudiendo y pidiendo canciones, ya no es lo mismo.
El guarda de seguridad me mira con ojos asesinos cada vez que mis
dedos rasguean la guitarra.
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