Estampa familiar - Clara Conde


                                        


La orquídea que yo había llevado destacaba entre los otros ramos de flores, todos tan normales, tan clásicos, algunos hasta con osito de peluche incorporado.
Ella estaba preciosa, resplandeciente, recostada en la cama con el bebé sobre su pecho. Su marido se sentaba a su lado con una sonrisa de perfecto imbécil feliz. Sólo les faltaba el pesebre para parecer el portal de Belén.
Cógelo”, me dijeron. Y me encontré con aquel paquetito entre los brazos, sin saber qué hacer ni qué decir.
Le hablé mentalmente: “Perdona que te odie, pequeñín. Pero tu padre me ha robado al amor de mi vida”.





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