Monólogo teatral. La actriz está histérica durante toda la
representación. Cuando insulta al novio y cuando cuenta la peripecia
del hospital tiene que hablar muy rápido, casi sin respirar.
Sí, sí, estoy histérica, lo sé ¿y qué? ¿Sabéis lo que es
tener una pareja a la que no le gusta viajar, ni hacer deporte, ni
salir a comer, ni al cine, ni tan siquiera el sexo salvaje? No,
claro, qué vais a saber. Si según mis amigas a mí me tocó el más
pringado de todos. Bueno, en realidad la pringada soy yo, que estoy
con él. Es que mi Richi siempre está deseando llegar a casa para
ponerse las zapatillas, el pijama, coger una lata de cerveza y
despanzurrarse en el sofá a ver partido tras partido. Y no le
hables, qué cómo se pone, porque siempre está viendo la jugada más
interesante. Y claro, yo quedo con mis amigas y empiezan a contarme
que van de crucero o a Los Alpes o a una playa del Mediterráneo, y
que se lo pasan de maravilla y que salen con sus parejas a cenar y
que se pasan unas juergas tremendas en la cama y puffff... yo,
llegado ese punto, me entra una corajina que digo que tengo mucha
prisa y llego a casa hecha una furia, o una fiera como dice Richi.
Ayer, que fue cuando pasó todo, estuve con Loli y me enseñó unas
fotos ….¡Qué envidia! La Torre Eiffel, el Arco del Trinfo, El
Sena…y para colmo vemos a Nuria que acaba de salir de la agencia de
viajes con los billetes para ir nada menos que a New York...No me
tragué todos los dientes de rabia porque sé lo caros que son los
dentistas, que si no...Así que llegué a casa toda enfadada, metí
un portazo y fui directa al salón, donde, como siempre, estaba
tirado mi Richi cuidando con mimo su barriga cervecera. Me planté
delante de él...¡y que no se enteraba el tío! Quítate, churri,
que no me dejas ver bien la jugada. ¿Jugada? No me pude contener. Le
metí un bolsazo en toda la cabeza. Pero, ¿qué he hecho, qué te
pasa? ¿Qué qué me pasa? Que me tienes harta, zoquete, más que
zoquete. Que quiero ir de viaje como mis amigas, salir a cenar, ir al
cine, que no digas palabrotas cuando quedamos con mis padres, que no
hables con la boca abierta, que no te tires pedos, que no mees la
tapa del water, que quites las marcas del bote de cerveza de la mesa,
que recojas tus calzoncillos sucios, que no metas esos eructos de los
que te sientes tan orgulloso y…
¿Y qué más? Me preguntó como si no le importara nada de lo que le
estaba diciendo. ¿Qué más? Que te huelen los pies, que cada día
roncas más y más fuerte, que te están saliendo pelos en el culo,
que cada día hablamos menos, que ya casi no hacemos el amor…
¡Alto, ahí, para el carro!, dijo poniéndose de pie, un poco
enfadado, mucho no, muy enfadado no estaba, porque cuando se enfada
mucho se le hincha una vena del cuello y no la tenía hinchada. ¿Cómo
que casi no hacemos el amor? Entonces lo que hicimos ayer qué fue
¿la guerra? Y claro que no hablamos, si no me dejas, todo lo hablas
tú, que parece que en vez de boca tienes una metralleta.
Eso me dolió en el alma, así que le dije de todo, mamarracho,
imbécil, idiota, cretino... mientras le metía otro bolsazo, pero
esta vez, como estaba levantado, perdió el equilibrio y acabó
dando con la frente en la mesa de cristal donde estaba dejando cerco
su cerveza. Se desmayó del golpe. Grité asustada, pero por suerte
se recuperó al momento. Fue al levantarse cuando le vi el reguero de
sangre deslizándose desde la frente hasta casi la boca. Yo, que no
puedo ver la sangre, empecé a berrear ¡Sangre, sangre, mucha
sangre! ¡Te he matado, te he matado! Se desmayó otra vez, creo que
de la impresión. Entonces empecé a chillar y no conseguía parar.
Armé tanto jaleo que no tardaron en llamar al timbre los vecinos.
Abrí la puerta y en un momento mi salón se llenó de gente. No sé
cómo, pero a Richi y a mi nos metieron en un coche camino del
hospital. El seguía sangrando, y aunque me decía que no era nada
para tranquilizarme, o para que me callara de una vez, no lo tengo
claro, yo cada vez que lo miraba pegaba un grito como si estuviera
viendo a Jack el Destripador. Al entrar al hospital veo a dos médicos
corriendo hacia nosotros y que pasan de Richi y me cogen a mi y me
echan en una camilla. Y yo vociferando que no, que el herido es él,
que yo estoy bien. Pues nada, no me hacían ni caso. Y yo que tengo
un no se qué a los hospitales y a las camillas y a las batas
blancas, me tiré de la camilla en marcha y corrí por los pasillos,
pero me volvieron a coger y yo bramando, preguntando por Richi,
mientras me volvían a tumbar en la camilla y me ataban a ella, y yo
que eso de que me aten lo llevo muy mal, que una vez Richi quiso
atarme las muñecas al cabecero de la cama y por poco me muero,
empecé a revolverme para soltar las ataduras y a dar alaridos hasta
que me dormí por los efectos de una inyección que me clavaron a
traición y no me acuerdo de nada más hasta que amanecí hoy en este
hospital de mierda y hace un momento marchó el médico que me estuvo
haciendo un montón de preguntas y que me dijo que ayer me había
dado un ataque de histerismo, y yo le dije que histérica sería su
madre y le pregunté por Richi, que me tenía que llevar de viaje, y
me dijo que Richi ya estaba en casa, que no tenía nada, pero que yo
tenía que quedar ingresada unos días para hacerme un seguimiento
¿seguimiento? A mí no me sigue ni mi madre, faltaría más. Y como
ya me habían quitado las ataduras decidí levantarme para volver a
casa, pero el medicucho se emperró en que debía estar acostada y
llamó a dos enfermeros para volver a atarme a la cama y en esto que
llega Richi y me pregunta cómo estoy y yo le digo: mira la que has
montado, Richi. Y él me mira muy serio y me dice que me lo he
montado yo solita y que ya no me aguanta. Y eso ya fue el colmo. Me
volvió a dar una corajina que alcancé una muleta que estaba apoyada
sobre la butaca al lado de mi cama, y le di con ella al Richi, al
médico y a los dos enfermeros, antes de que consiguieran
inmovilizarme, atándome otra vez a la cama. Y ahora sí que estoy
histérica, lo reconozco. Y todo por culpa de un hombre al que no le
gusta viajar, ni hacer deporte, ni tan siquiera el sexo salvaje,
porque lo de ayer, o anteayer, ya no me acuerdo, fue algo así como
sexo descafeinado, pero descafeinado de marca blanca, por mucho que
Richi se sienta tan orgulloso como si fuera Tarzán de los monos. Eso
le dije a la cara y le pareció fatal, aunque al médico y a los
enfermeros les dio la risa, y fue cuando Richi se enfadó más que
nunca, que la vena parecía a punto de explotar, que los hombres ya
se sabe, les hablas del tema y se ponen como se ponen. Pero yo como
si nada, a mí que me importa que se enfade o no, así que aproveché
para decirle unas cuantas cosas más, que bien merecido se lo tiene,
que menudo problema tengo yo ahora por su culpa, que estoy histérica,
pero histérica perdida, y todo por culpa del estúpido mamón
gilipollas capullo desapasionado poca picha de Richi. Cuando consiga
salir de aquí lo mato ¡Juro que lo mato!
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