Estoy histérica - Cristina Muñiz Martín


                                           




Monólogo teatral. La actriz está histérica durante toda la representación. Cuando insulta al novio y cuando cuenta la peripecia del hospital tiene que hablar muy rápido, casi sin respirar.


Sí, sí, estoy histérica, lo sé ¿y qué? ¿Sabéis lo que es tener una pareja a la que no le gusta viajar, ni hacer deporte, ni salir a comer, ni al cine, ni tan siquiera el sexo salvaje? No, claro, qué vais a saber. Si según mis amigas a mí me tocó el más pringado de todos. Bueno, en realidad la pringada soy yo, que estoy con él. Es que mi Richi siempre está deseando llegar a casa para ponerse las zapatillas, el pijama, coger una lata de cerveza y despanzurrarse en el sofá a ver partido tras partido. Y no le hables, qué cómo se pone, porque siempre está viendo la jugada más interesante. Y claro, yo quedo con mis amigas y empiezan a contarme que van de crucero o a Los Alpes o a una playa del Mediterráneo, y que se lo pasan de maravilla y que salen con sus parejas a cenar y que se pasan unas juergas tremendas en la cama y puffff... yo, llegado ese punto, me entra una corajina que digo que tengo mucha prisa y llego a casa hecha una furia, o una fiera como dice Richi.
Ayer, que fue cuando pasó todo, estuve con Loli y me enseñó unas fotos ….¡Qué envidia! La Torre Eiffel, el Arco del Trinfo, El Sena…y para colmo vemos a Nuria que acaba de salir de la agencia de viajes con los billetes para ir nada menos que a New York...No me tragué todos los dientes de rabia porque sé lo caros que son los dentistas, que si no...Así que llegué a casa toda enfadada, metí un portazo y fui directa al salón, donde, como siempre, estaba tirado mi Richi cuidando con mimo su barriga cervecera. Me planté delante de él...¡y que no se enteraba el tío! Quítate, churri, que no me dejas ver bien la jugada. ¿Jugada? No me pude contener. Le metí un bolsazo en toda la cabeza. Pero, ¿qué he hecho, qué te pasa? ¿Qué qué me pasa? Que me tienes harta, zoquete, más que zoquete. Que quiero ir de viaje como mis amigas, salir a cenar, ir al cine, que no digas palabrotas cuando quedamos con mis padres, que no hables con la boca abierta, que no te tires pedos, que no mees la tapa del water, que quites las marcas del bote de cerveza de la mesa, que recojas tus calzoncillos sucios, que no metas esos eructos de los que te sientes tan orgulloso y…
¿Y qué más? Me preguntó como si no le importara nada de lo que le estaba diciendo. ¿Qué más? Que te huelen los pies, que cada día roncas más y más fuerte, que te están saliendo pelos en el culo, que cada día hablamos menos, que ya casi no hacemos el amor…
¡Alto, ahí, para el carro!, dijo poniéndose de pie, un poco enfadado, mucho no, muy enfadado no estaba, porque cuando se enfada mucho se le hincha una vena del cuello y no la tenía hinchada. ¿Cómo que casi no hacemos el amor? Entonces lo que hicimos ayer qué fue ¿la guerra? Y claro que no hablamos, si no me dejas, todo lo hablas tú, que parece que en vez de boca tienes una metralleta.

Eso me dolió en el alma, así que le dije de todo, mamarracho, imbécil, idiota, cretino... mientras le metía otro bolsazo, pero esta vez, como estaba levantado, perdió el equilibrio y acabó dando con la frente en la mesa de cristal donde estaba dejando cerco su cerveza. Se desmayó del golpe. Grité asustada, pero por suerte se recuperó al momento. Fue al levantarse cuando le vi el reguero de sangre deslizándose desde la frente hasta casi la boca. Yo, que no puedo ver la sangre, empecé a berrear ¡Sangre, sangre, mucha sangre! ¡Te he matado, te he matado! Se desmayó otra vez, creo que de la impresión. Entonces empecé a chillar y no conseguía parar. Armé tanto jaleo que no tardaron en llamar al timbre los vecinos. Abrí la puerta y en un momento mi salón se llenó de gente. No sé cómo, pero a Richi y a mi nos metieron en un coche camino del hospital. El seguía sangrando, y aunque me decía que no era nada para tranquilizarme, o para que me callara de una vez, no lo tengo claro, yo cada vez que lo miraba pegaba un grito como si estuviera viendo a Jack el Destripador. Al entrar al hospital veo a dos médicos corriendo hacia nosotros y que pasan de Richi y me cogen a mi y me echan en una camilla. Y yo vociferando que no, que el herido es él, que yo estoy bien. Pues nada, no me hacían ni caso. Y yo que tengo un no se qué a los hospitales y a las camillas y a las batas blancas, me tiré de la camilla en marcha y corrí por los pasillos, pero me volvieron a coger y yo bramando, preguntando por Richi, mientras me volvían a tumbar en la camilla y me ataban a ella, y yo que eso de que me aten lo llevo muy mal, que una vez Richi quiso atarme las muñecas al cabecero de la cama y por poco me muero, empecé a revolverme para soltar las ataduras y a dar alaridos hasta que me dormí por los efectos de una inyección que me clavaron a traición y no me acuerdo de nada más hasta que amanecí hoy en este hospital de mierda y hace un momento marchó el médico que me estuvo haciendo un montón de preguntas y que me dijo que ayer me había dado un ataque de histerismo, y yo le dije que histérica sería su madre y le pregunté por Richi, que me tenía que llevar de viaje, y me dijo que Richi ya estaba en casa, que no tenía nada, pero que yo tenía que quedar ingresada unos días para hacerme un seguimiento ¿seguimiento? A mí no me sigue ni mi madre, faltaría más. Y como ya me habían quitado las ataduras decidí levantarme para volver a casa, pero el medicucho se emperró en que debía estar acostada y llamó a dos enfermeros para volver a atarme a la cama y en esto que llega Richi y me pregunta cómo estoy y yo le digo: mira la que has montado, Richi. Y él me mira muy serio y me dice que me lo he montado yo solita y que ya no me aguanta. Y eso ya fue el colmo. Me volvió a dar una corajina que alcancé una muleta que estaba apoyada sobre la butaca al lado de mi cama, y le di con ella al Richi, al médico y a los dos enfermeros, antes de que consiguieran inmovilizarme, atándome otra vez a la cama. Y ahora sí que estoy histérica, lo reconozco. Y todo por culpa de un hombre al que no le gusta viajar, ni hacer deporte, ni tan siquiera el sexo salvaje, porque lo de ayer, o anteayer, ya no me acuerdo, fue algo así como sexo descafeinado, pero descafeinado de marca blanca, por mucho que Richi se sienta tan orgulloso como si fuera Tarzán de los monos. Eso le dije a la cara y le pareció fatal, aunque al médico y a los enfermeros les dio la risa, y fue cuando Richi se enfadó más que nunca, que la vena parecía a punto de explotar, que los hombres ya se sabe, les hablas del tema y se ponen como se ponen. Pero yo como si nada, a mí que me importa que se enfade o no, así que aproveché para decirle unas cuantas cosas más, que bien merecido se lo tiene, que menudo problema tengo yo ahora por su culpa, que estoy histérica, pero histérica perdida, y todo por culpa del estúpido mamón gilipollas capullo desapasionado poca picha de Richi. Cuando consiga salir de aquí lo mato ¡Juro que lo mato!





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