Vestida para la ocasión - Clara Conde


                                         


Siempre le había gustado disfrazarse.
De niña era un juego, sobre todo en la casa del pueblo donde había un mágico desván con armarios y arcones repletos de tesoros. Siempre encontraba cosas nuevas, como el monóculo de algún antepasado, o el día que encontró una boa de plumas de color rosa fuerte, y tuvo un ataque de risa imaginando en qué ocasión la habría lucido la abuela.
En la adolescencia siguió disfrazándose, pero ya no era un juego, era un modo de vida. Quizás por ser una chica tan normal, ni guapa ni fea, corrientemente aceptable, le gustaba sorprender con su ropa. Si se sentía romántica se ponía el jersey rosa de angora y una faldita mona. Si se despertaba salvaje elegía unos leggins con agujeros y las botas militares.
Nunca había pertenecido a ningún estilo ni había seguido ninguna moda. Se expresaba a través de su ropa, y de adulta también con los bolsos y los peinados.
Hoy era un día extraño y ya llevaba un rato sentada en la cama contemplando el interior del armario, sin llegar a ninguna conclusión. Sabía que debía vestir de oscuro, pero su alma se negaba. Le gritaba que necesitaba amarillos y verdes, concretamente un precioso vestido de algodón con florecitas.
Y decidió hacerle caso. Como había hecho toda su vida. Se puso el vestido, la americana de verano y las francesitas.
Luego fue de puntillas a la otra habitación y cogió del perchero el sombrero de su padre. Debía llevarlo puesto, al fin y al cabo, iban a su funeral.







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