El descubrimiento - Isabel Marina





                                        
Todo estaba preparado para la cena de compromiso de mi hermana. En la mesa, una exquisita vajilla de porcelana, la mejor cristalería y un mantel de encaje finísimo. Los padres del novio de mi hermana se sentaron muy sonrientes y empingorotados, junto con mi familia. Sólo faltaba el novio. Se iba a retrasar un poco por una urgencia en el trabajo. El caso es que pasó media hora y no apareció, y luego otra hora más.
Cuando al fin llegó, estaba borracho. No podíamos dar crédito, un hombre tan formal como aquel. Se sentó como si no pasara nada y empezó a gritarnos a todos:
-Sabéis lo que os digo. Me caso porque me obligan, que, si no, no me casaba yo.
Mi hermana lloraba y mis padres y los suyos intentaban apaciguarle.
Pero él seguía:
-Que sí, joder, papá, que me haces casarme porque su familia tiene pasta, pero que no me gustan las mujeres, entérate papá y no voy a cambiar.
Mis padres estaban horrorizados. Mi hermana de pronto dejó de llorar y salió disparada hacia la cocina. Volvió con un cubo lleno de agua y se lo echó por encima a novio diciéndole:
-Ya me parecía a mí que eras muy frío conmigo, pedazo de cabrón. Querías engañarme eh, pues menos mal que estamos a tiempo y esto se acabó, maricón.






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