Todo estaba preparado para la cena de compromiso de mi hermana. En la mesa, una exquisita vajilla de porcelana, la mejor cristalería y un mantel de encaje finísimo. Los padres del novio de mi hermana se sentaron muy sonrientes y empingorotados, junto con mi familia. Sólo faltaba el novio. Se iba a retrasar un poco por una urgencia en el trabajo. El caso es que pasó media hora y no apareció, y luego otra hora más.
Cuando
al fin llegó, estaba borracho. No podíamos dar crédito, un hombre
tan formal como aquel. Se sentó como si no pasara nada y empezó a
gritarnos a todos:
-Sabéis
lo que os digo. Me caso porque me obligan, que, si no, no me casaba
yo.
Mi
hermana lloraba y mis padres y los suyos intentaban apaciguarle.
Pero
él seguía:
-Que
sí, joder, papá, que me haces casarme porque su familia tiene
pasta, pero que no me gustan las mujeres, entérate papá y no voy a
cambiar.
Mis
padres estaban horrorizados. Mi hermana de pronto dejó de llorar y
salió disparada hacia la cocina. Volvió con un cubo lleno de agua y
se lo echó por encima a novio diciéndole:
-Ya
me parecía a mí que eras muy frío conmigo, pedazo de cabrón.
Querías engañarme eh, pues menos mal que estamos a tiempo y esto se
acabó, maricón.
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