Esta novela consta de 17 capítulos a los que se añadirán varios finales.
Más información en la cabecera de entrelecturasycafé.blogspot.com.es en el apartado "Relato encadenado"
CAPÍTULO
16
Beatriz se encontraba mal,
desorientada, triste, demasiadas emociones en un solo día. Cuando le
dieron la noticia de la muerte de su perro apenas pudo reaccionar.
Marilín había sido su fiel compañera en muchos momentos difíciles
de su vida y la quería como si de un ser humano se tratara, pero en
aquellos instantes no tenía fuerzas ni para llorar.
Regresó con Rebeca, que
continuaba sentada en la sala de espera fría e impersonal esperando
no sabía muy bien qué. No podía hacer nada por Raúl y se
encontraba terriblemente cansada, le hubiera gustado meterse en una
cama y despertar cuando todo hubiese pasado.
–Rebeca aquí no
podemos hacer nada –le dijo Beatriz-- ¿Qué te parece si te
acerco a casa y de paso yo me voy también?
Rebeca accedió y se
dejó conducir como una autómata hasta el aparcamiento. Mientras
caminaban recordó a Richi y lo que había visto en aquella pensión
de mierda, recordó también que había echado pestes contra Bea
pensando que tenía un lío con su marido. De pronto todo el
cansancio se esfumó y su cuerpo se sintió con energías renovadas.
Tenía que aclarar y averiguar qué era lo que estaba ocurriendo.
Cuando ya estaban
acomodadas en el coche preguntó:
–Bea, ¿conoces la
pensión Cantábrico?
Bea la miró con una
expresión extraña en sus ojos, como si le hubiera preguntado por un
extraterrestre o algo así.
–¿Y tú? ¿Por qué
la conoces tú? Es un antro de mala muerte utilizado por mi hermana
para hundirme en la mierda ¿Has estado allí alguna vez?
–No.... bueno
dentro no pero fuera sí... es que... Bea por favor, explícame qué
está ocurriendo allí. Dime que no tienes un lío con mi marido.
–¿Un lío con tu
marido yo? Pero cómo puedes decir semejante tontería. Yo nunca te
haría eso y tú lo sabes.
Beatriz relató a
Rebeca a grandes rasgos toda la trama que su hermana había urdido
contra ella motivada a saber por qué. Y, repitiendo las palabras que
le había dicho en el hospital, le informó de que Raul estaba
compinchado con Lola y que, probablemente, se ocupaba de la parte
informática de todo aquel galimatías absurdo.
Rebeca echó la cabeza
hacia atrás y se recostó en el asiento intentando pensar con
claridad. Su cabeza volvía a estar embotada, como si hubiera bebido
litros de alcohol.
–Hace unos días vino
a verme Richi –dijo.
El corazón de Beatriz
se aceleró ligeramente al escuchar aquella frase. Sabía que tarde o
temprano tenía que enfrentarse a su novio, o ex novio, o lo que
fuera, e intuía que el momento estaba cerca.
–¿Qué quería? -
preguntó finalmente.
–Fuimos a la pensión
–continuó diciendo Rebeca pasando por el alto la pregunta de su
amiga–, y te vimos entrar y a Raúl también. Yo sabía que mi
marido se estaba viendo con otra en esa pensión y cuando te vi,
pensé que la otra eras tú. Richi también lo piensa. ¿No te ha
llamado?
Beatriz detuvo el
coche delante de la casa de Rebeca antes de responder.
–No me ha llamado,
pero seguro que acabará haciéndolo. No pienses más en ello. Hoy ha
sido un día muy largo, descansa. Mañana nos vemos en el hospital.
Rebeca salió del
coche y se metió en su portal como una autómata, mientras Beatriz
circulaba de nuevo rumbo a su hogar, que distaba apenas unos metros.
Metió el coche en el garaje y tomó el ascensor. Cuando salió del
mismo y encendió la luz del rellano se llevó un susto de muerte.
Allí, sentado en las escaleras, medio dormido, estaba Richi. Le
sacudió el hombro y él se despertó.
–¿Se puede saber qué
haces dormido en las escaleras? –preguntó Beatriz.
–He llegado de Roma
hace unos días, tenía que verte –respondió arrastrando las
palabras, todavía soñoliento– Creo que debemos hablar.
–No sé si será el
momento oportuno, pero anda, pasa. Prepararé unos cafés y mientras
te pondré al corriente de todo lo ocurrido. Y que sepas de antemano
que yo no tengo ningún lío con Raúl.
Se dirigieron a la
cocina y mientras ella preparaba el café y algo sólido que lo
acompañara, fue contando a Richi todo lo ocurrido en las últimas
semanas, incluido el terrible accidente que había tenido lugar esa
misma tarde.
–Me siento
horriblemente mal. No sé por qué Lola ha tenido que venir a joderlo
todo. Con la vida tranquila y pacífica que yo tenía. Y hoy al verla
tendida en la cama, medio muerta.... te juro que por un instante
pensé en acabar con ella con mis propias manos, apretar la almohada
contra su cara y terminar de una vez por todas con este infierno.
Pero en el fondo es mi hermana y... no sé... supongo que siento algo
por ella. Después de tantos años sin vernos, de haber finalizado
nuestras rencillas, de llevar cada una su vida... de pronto aparece y
lo hace con fuerza, arrasa con todo y encima ayudada por otras dos
personas que, en todo caso, deberían sentir indiferencia por mí y
no el odio que parecen sentir, suficiente para destruirme.
–Bueno... ahora si
Gutiérrez ha muerto ya tienes un enemigo menos y a lo mejor tu
hermana se arrepiente de lo que ha hecho y...
–¿Arrepentirse? ¿Y
cómo me voy a fiar yo de su arrepentimiento Richi? ¿Cómo voy a
saber si es sincero o no es más que una treta para ganarse mi
confianza y después darme una puñalada por la espalda? Estoy
cansada de tanta lucha sin motivo, terriblemente cansada.
Richi posó la taza de
café sobre la mesa y se acercó a Beatriz, que estaba apoyada sobre
la encimera, frente a él. La abrazó por la cintura con cautela y
ella se dejó abrazar. Incluso fue más allá apoyando su cabeza
sobre el hombro de él, mientras pensaba que la presencia de Richi le
estaba devolviendo la seguridad perdida, que se sentía contenta de
que estuviera de nuevo a su lado. Bea se propuso olvidar todo lo
ocurrido últimamente entre ellos y recuperar su relación de antaño.
–Me alegro de que
estés conmigo de nuevo –le dijo mirándolo a lo ojos.
Richi la besó en los
labios y ella correspondió al beso. Por primera vez en mucho tiempo
sintió que se despertaban sus sentidos, aunque no estaba segura de
que fuera el momento adecuado. Pero aún así se dejó arrastrar por
sus instintos y por el propio Richi, que la llevó a la cama y le
hizo el amor despacio y tiernamente, deleitándose en cada rincón de
su piel, como sabía que a ella le gustaba. Cuando terminaron
permanecieron allí acostados, uno al lado del otro sin hablar. De
repente Richi se acordó de Marilín y preguntó dónde estaba. Bea
entonces se echó a llorar amargamente, como si la pregunta de su
novio la hubiese hecho ser consciente de la realidad, de que su
perrita se había muerto y no volvería a verla más.
Cuando el llanto cesó,
ayudado por las palabras amables de su novio, Beatriz intentó
dormirse, mas cuando casi lo estaba consiguiendo sintió que su novio
le sacudía el hombro y la despertaba.
–Bea, Bea, despierta,
tengo que decirte algo.
Ella se dio la vuelta
murmurando si no podían esperar a mañana y él insistió. No, no
podía esperar a mañana, había recordado algo y tenía que
decírselo, a lo mejor tenía la clave que explicaba todo aquel
montaje de Lola.
Beatriz se sentó en la
cama y despejó el sueño, mirando a Richi con curiosidad extrema.
–Habla, pues.
–Hace unos meses...
puede que fuera el día de su cumpleaños, cenando en casa de tu tía
Eulogia. En un momento dado la escuché hablar por teléfono. Yo
estaba echando un cigarro en el porche y ella no sabía que yo estaba
allí. No sé con quién hablaba, al principio supuse que era alguien
que la felicitaba, pero poco a poco la conversación fue girando
hacia algo más serio, como más... técnico. Me dio la impresión de
que hablaba con algún... abogado tal vez. En algún momento
pronunció la palabra fideicomiso junto con tu nombre y se despidió
llamando a la persona por su nombre, un nombre extraño, que no
consigo recordar.
–¿Sería tal vez
Juvenal?
–¡Exactamente!
¡Juvenal! ¿Lo conoces?
–Es el abogado de la
familia, un buen hombre, debe ser ya muy mayor. Un fideicomiso...
¿qué coño es eso?
Richi cogió su móvil
y tecleo la palabra fideicomiso en un buscador de la red.
Inmediatamente le salió la definición: “Disposición por la cual
un testador deja su herencia o parte de ella encomendada a una
persona para que, en un caso y tiempo determinados, la transmita a
otra o la invierta en el modo que se le indica”
Beatriz se quedó un
rato pensando. No entendía nada. La herencia de sus padres había
sido repartida entre su hermana y ella cuando ambos murieron. Estaba
segura de no quedaba nada por repartir de los bienes que aquellos
habían poseído. Y no tenía ni idea de nadie, aparte de ellos, que
pudieran dejarle algo en herencia. Además, en caso de que toda la
trata urdida por Lola tuviera algo que ver con ello, ¿por qué su
hermana sabía de la existencia de esa herencia y ella no?
–Mañana mismo
hablaré con mi tía –dijo finalmente--. Ahora es mejor que
intentemos dormir un poco.
A la mañana siguiente
se levantó temprano y después de darse una ducha rápida y tomarse
un café salió hacia el hospital, dejando a Richi todavía dormido.
Sin embargo a mitad de camino decidió que mejor sería ir a ver
primero a su tía Eulogia. Quería saber, necesitaba saber, qué
demonios era aquello del fideicomiso y si en realidad a ella y a su
hermana les afectaba en algo. Cuando llegó su tía la recibió con
entusiasmo, como siempre, y la invitó a desayunar, cosa que ella
rehusó con la excusa de que ya lo había hecho. Antes de ir al grano
de dio la noticia del accidente de Lola sin ocultarle el estado de la
mujer.
–Está bastante
grave, pero los médicos dicen que saldrá de esta.
–Iré contigo al
hospital –dijo Eulogia con un deje de alarma en la voz.
–Como quieras, pero
antes quiero preguntarte algo. No sé si es el momento, probablemente
no, pero ya sabes que Lola me está haciendo la vida imposible y a
estas alturas de la película, ya con nuestras vidas encauzadas, no
encuentro el motivo para ello, y alguno tiene que haber. ¿Tú sabes
algo?
–No, Beatriz, yo no sé
nada y no sé por qué me preguntas eso. Las dos sois mis sobrinas y
os aprecio a las dos y no entiendo el motivo de estas rencillas
estúpidas que solo van a conseguir destruiros.
–Pues yo sí creo que
sabes algo. Háblame de Juvenal y de un fideicomiso.
– No sé de qué me
estás hablando –respondió Eulogia con evidentes signos de
nerviosismo.
–Claro que lo sabes
–insistió Beatriz– Richi te escuchó un día hablar por
teléfono. No me ocultes nada tía. La cosa es muy seria y tengo
derecho a saber si mi vida está en peligro y por qué.
Eulogia se dio por
vencida y se dejó caer en una de las sillas de la cocina como un
fardo. Y acabó confesando.
–Mira, Beatriz, yo
no sé si tu hermana Lola sabe algo de eso. Si es así, yo no se lo
he dicho, y Juvenal desde luego que tampoco, pero el caso es que sí,
hay un fideicomiso a vuestro favor cuyo encargado de administrarlo es
Juvenal.
–¿Y de dónde viene
esa herencia?
–De nuestro tío
Gervasio, hermano de tu abuelo. Tú no te acuerdas de él, eras muy
pequeña cuando vino por última vez, pero desde que emigró a la
Argentina venía todos los veranos y te tenía un cariño enorme,
decía que eras una niña guapa y espabilada y que llegarías muy
lejos en la vida. Tú también lo querías mucho, Lola sin embargo
era un poco más reticente a recibir sus mimos. Era un señor mayor y
aunque muy amable y cariñoso su aspecto no era precisamente
atractivo. Era gordo y sudaba mucho, y tu hermana le tenía... no voy
a decir asco, tal vez algo de miedo incluso. Gervasio era un hombre
un poco excéntrico. Tenía mucho dinero, en Argentina hizo fortuna y
nunca se casó ni tuvo hijos, la única familia que tenía éramos
nosotros. Unas semanas antes de su muerte, cuando ya sabía que le
quedaba poco tiempo de vida, se puso en contacto conmigo y me dijo
que pasara por el despacho de Juvenal, que le había encargado algo
importante y que deseaba que yo estuviera al corriente de ello. Así
hice y lo que me dijo el abogado fue lo siguiente. Gervasio os dejó
toda su fortuna a ti y a Lola pero se la entregó a Juvenal para que
la administrara durante unos años. Le ordenó invertir en bolsa y
llevar a cabo otros negocios que yo no entiendo con el fin de que su
ya de por sí cuantiosa fortuna aumentara. Le ordenó que en el caso
de que efectivamente fuera así, os hiciera entrega de la herencia el
día de vuestro cuarenta cumpleaños, pero el reparto que decidió no
es equitativo. La herencia original, el dinero original se repartirá
por mitad, pero las ganancias generadas por dicho dinero son para ti.
En el hipotético caso de que una de las dos falleciera antes de
cumplir los cuarenta, la fortuna pasaría íntegramente a la otra. Y
te aseguro que es mucho, muchísimo dinero, mucho más del que
conseguirías trabajando toda tu vida. No sé por qué la última
voluntad del Gervasio fue que mantuviéramos todo en secreto y que
incluso en el momento del reparto, Lola jamás supiera que tú te
llevabas las ganancias de la herencia, supongo que para evitar los
celos. Eso es todo.
Beatriz se quedó
pensativa durante unos segundos. Efectivamente, si Lola sabía toda
la historia sus maquinaciones tenían un sentido. Siempre había
deseado quitarle de en medio y ahora tenía un motivo más, y muy
poderoso, por cierto. El sonido del móvil la sacó de sus
ensoñaciones.
–Diga –contestó.
–¿Beatriz Salgado?
–Sí, soy yo. ¿Quién
es?
– La llamamos del
hospital. A su hermana le ha dado un colapso respiratorio y se ha
puesto muy grave. En estos momentos tememos por su vida.
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional.
No hay comentarios:
Publicar un comentario