CAPÍTULO FINAL
Pilar Murillo
Un gran coche lujoso de alta gama, llega al aparcamiento del edificio del hospital psiquiátrico “Amanecer”. Es un hospital privado. El chófer con su uniforme y su gorra se baja del vehículo y de inmediato abre la puerta trasera de donde se baja la señorita Salgado elegantemente vestida, tras ella va Richi. Ambos se dirigen a la puerta principal subiendo unas grandes escaleras.
El
edificio remodelado data de 1900, por eso lo que destaca en él son
los grandes ventanales provistos de rejas, pero la fachada pobre de
adornos.
Richi
abre la puerta de acceso y la señorita Salgado entra, dirigiéndose
al mostrador de información donde la recepcionista está al teléfono
y cuelga al ver a la pareja frente a ella.
-
Perdone ¿es usted la señorita Salgado? Le dice la empleada.
-
La misma. He venido en cuanto me han avisado. ¿Ha pasado algo grave? Por teléfono no me han querido explicar nada. Sólo que era importante que viniese.
-
Yo no le puedo contar nada, desconozco la gravedad del asunto. El doctor Guerra la está esperando en su despacho.
-
Antes me gustaría ver a mi hermana, si es posible.
La
empleada se pone a mirar el ordenador y después de abrir bien los
ojos le dice que las visitas a su hermana están restringidas.
_ Eso es imposible!, voy ahora mismo a hablar con el Dr. Guerra. Mi
hermana estaba enferma, es cierto, pero no poder verla me parece
excesivo.
Richi
la calma cogiéndole la cara y mirándola fijamente a los ojos. La
coge de la mano y la acompaña al despacho del doctor que ya los
estaba esperando. Les indica que se sienten mientras el se levanta y
se dirige a un mueble donde guarda un buen whisky y vasos,
ofreciéndoles la bebida que ellos rechazan.
_ Bien señorita Beatriz, (Dice ésto mientras se sienta frente
a ellos con la mesa de despacho de por medio) Como ya sabrá por
todos estos años...
_ ¿Beatriz?
_ Perdóneme Señorita Lola, llevo diez años tratando a su
hermana y ella como bien sabe se cree que es usted. La esquizofrenia
que su hermana padece es tan extraña que ni los fármacos hacen
efecto. Últimamente la cosa se agravó y hemos sufrido una baja en
el personal a consecuencia de un ataque violento por parte de su
hermana. Ahora mismo está sedada completamente. En el momento que
está despierta solo quiere escaparse e ir en su busca y... (según
sus palabras) degollarla porque le ha quitado su vida y le ha robado
su identidad.
_ Sólo ella sabe el infierno que está viviendo. De todas
formas, si está sedada no es tan peligrosa. Me gustaría verla.
_ Como usted quiera, señorita Salgado. Pero antes permitame
que le muestre un manuscrito que cuando aún estaba mejor de salud
ella misma ha ido redactando. Es parte de su delirio, pero léalo
usted y decida qué hacer. Es una buena novela bajo mi punto de
vista. Claro está que ha ido escribiendo lo que ella creía que era
su vida, bajo el nombre de Lola Salgado.
_ Ahora resulta que mi hermana esquizofrénica es una
novelista. (lee en voz alta) “Vidas encontradas”, ha elegido un
buen título. Gracias doctor, me lo llevaré y lo leeré en casa
tranquilamente.
_ No deje de hacerlo, así se dará cuenta, de la confusión
con la realidad que produce la enfermedad de su hermana y no debe
asombrarse por lo que lea, ni la calidad del escrito. Ya se han dado
más casos. (Le sonríe ) Teniendo en cuenta que bajo mi opinión
todos los creadores están un poco tocados. Oh, sólo es una broma
para quitar hierro al asunto. Ahora mismo llamo al celador para que
los acompañe a la habitación de la paciente.
Cuando
llegan a la puerta el celador les indica que no pueden traspasarla,
que la única forma de verla es a través del ventanuco enrejado de
la puerta o por un monitor.
Allí
estaba Beatriz, tumbada en la cama, atada con correas y aún temían
por su peligrosidad. Sin duda debía leer aquel manuscrito, ahí
estaría la clave de tal exageración de prevención.
No
parecía tan peligrosa allí tumbada. A Lola se le escapa una
lágrima, se vuelve hacia el pecho de Richi y se abraza a él. Richi
la abarca con su brazo y hace que camine hacia la salida del
hospital.
Al
día siguiente Lola estaba leyendo la pequeña novela sentada frente
a la chimenea y con su gata Marilyn en su regazo. Mientras leía, la
señora Eulogia, una especie de ama de llaves que trabajaba en la
casa familiar desde antes de que las hermanas gemelas naciesen, le
traía en una bandeja de plata una taza de té.
Al
terminar de leer toda la novela llamó a su amiga de toda la vida,
Rebeca, que precisamente se había dedicado ella y su marido Raúl a
editar novelas. Lola le explicó como había llegado a sus manos
aquella novela que parecía de estilo negro.
Un
año después en todas las librerías del país estaba en el
escaparate “Vidas encontradas” autora; Beatriz Salgado, Una
autora que no hizo presentación de libro, ni rueda de prensa. Tan
sólo la representaba su hermana Lola junto al Dr Guerra, mientras el
doctor daba una conferencia sobre la esquizofrenia y Lola explicaba a
grandes rasgos la verdadera vida de las dos hermanas.
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