“Cállate”,
le gritó el oficial Lupino a Fabián, el becario novato, a quién
quería poner freno a su incipiente, pero ya brillante carrera. No
iba a permitir que un niñato, que casi acababa de quitarse el pañal,
pasase por delante de sus años de experiencia y sacrificio. Habían
recibido una llamada por un tiroteo en la habitación 212 de la
Pensión Cantábrico y ahora que estaban junto a la puerta, pensó,
seguro que el mocoso este quiere llevarse parte del mérito.
Pero
señor…” intentó decir Fabián. “!Que te calles!, volvió a
decir categóricamente Lupino, que abrió la puerta de la habitación
de una patada al grito de “Policía”. Entró y miró rápidamente
en todas direcciones mientras trazaba un rápido arco con la pistola.
“Fabian, ojo con alterar el escenario del crimen, que tienen que
venir los de la científica” dijo. Nada más terminar la frase, un
gato negro, que estaba encima del armario y que se había puesto muy
nervioso, trató de huir por la puerta. Fue todo demasiado rápido.
El pobre animal había saltado en dirección a la pistola de Lupino
que reaccionó instintivamente y al ver que algo se abalanzaba sobre
él, disparó tres veces, acertando las tres sobre el pobre gato, que
salió proyectado violentamente de nuevo hacia el armario hecho un
colador y habiendo gastado ya las siete vidas en la primera bala, que
le acertó de lleno la cabeza.
Echando
maldiciones y muy nervioso Lupino dio un paso hacia adelante y
resbalando con la sangre del gato, cayó estrepitosamente sobre la
mesa de cristal del centro de la habitación en la que estaba una
bandeja con una cafetera de cristal y dos tazas que salieron
despedidas, estrellándose contra la pared, mientras la mesa de
cristal se hacía añicos bajo su peso. Frunciendo el ceño y
marcando mucho su arruga de la frente, hizo un gesto inequívoco de
que se quedara quieto, a Fabián, que se disponía a entrar a la
habitación para ayudarle. Sacó el pañuelo, se limpió los restos
de café, sudor y sangre de la cara, se levantó con parsimonia, y
salió diciendo un casi imperceptible, “Despejado”.
“Señor”,
dijo Fabian, “se ha equivocado de habitación, esta es la 221” y
con un tono desenfadado y jocoso añadió “hacía tiempo que no
veía un ‘gatillo’ tan rápido”.
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