El Taj Mahal, Pilar Murillo

 


Quiero contaros lo que me sucedió a modo de anécdota. Y perdonadme si hablo muy rápido, es que me expreso así cuando estoy algo nerviosilla.

A todos nos ocurren cosas en la vida, sin tener que especificar mucho os diré lo que suele pasar cuando no se está muy atento. No entraré en muchos detalles, ni describiré mi forma de ser.

Vale, quizás sea un poco cortita... El psicólogo me ha dicho que no me critique, perdón, éste era un pensamiento mío interior.... Soy un poco cortita … pero de estatura. Tal vez en ocasiones soy una ingenua... ¡Eh! Sólo en ocasiones, no todo el tiempo, además Ser ingenua no es sinónimo de tonta. Yo prefiero decir que vivo en mi mundo. Podéis llamarme Yupi, sí soy así de feliz. Soy como “el sombrerero loco”. Bueno lo aclaro, no me comparo a él porque os diga que estoy loca, es más simple. Soy feliz, yo celebro “mis no cumpleaños”

Y aún siendo así de rara, que no soy rara de “mira que rara es esa chica”, si no de... rara que soy única, especial, ¿comprendéis? .

Tengo un novio Hindú. Viviendo en Madrid podría ser de cualquier lugar del mundo, pero vivo en Gijón y me encontré con un Hindú en la cola del súper. Lo típico ¿verdad?, Estuve dos años soltera después de mi ex-marido y todas mis amigas me animaban diciendo, “Ya verás como cualquier día te encuentras a tu futuro amor en la cola del súper-mercado” Pues acertaron, allí estaba hablándole en perfecto ingles a la cajera y la chica le contestaba en un spanis. Inglis de lo más gracioso. Le saqué del apuro a la pobre muchacha haciendo de traductora, que para algo me sirvió a mi ver los cursos de ingles de la tv. Él, el hindú, que ahora es mi novio, me lo agradeció invitándome a tomar un café, y yo acepté. A ver, no todas las semanas te encuentras a un hombre tan atractivo en la cola del súper y a decir verdad, en ningún lado. Nos vimos tres o cuatro veces, por toda la ciudad. Perdón que me de la risa, es que esas frases que acabo de mencionar son de una canción de Mecano, pero así fue de verdad. Al quinto día me dijo: “Prepárate el próximo viernes, te voy a llevar al Taj Mahal”. Me quedé con la boca abierta, sin poder articular palabra y continuó diciendo. “No te preocupes por el dinero. Te invito yo a todo”. Creo que ese día lo dejé impresionado demostrándole mi agradecimiento con todo mi afecto.

Durante la semana estaba llena de ansiedad, quise documentarme en el Wikipedia pero mi estado no me permitía leer bien ni con gafas y poco me importaba que fuese una de las maravillas del mundo o que un señor lo hubiese mandado construir para una de sus esposas favoritas y que ahora estuviese lleno de monos. Las fotos demostraban que era precioso, pero lo que me importaba era que yo le había impactado tanto que en tan solo cinco días ya me estaba invitando a su país. ¿No era para estar ilusionada?

Cuando llegó el viernes yo lo estaba esperando en la puerta de mi portal con mi maleta de mano. El se apeó del coche y me miró, luego se extraño de ver mi equipaje y le dije: “no es muy grande, entra perfectamente con nosotros”, sin decir más, me cogió de la mano la maleta y la puso en el asiento de atrás. Yo me senté a su lado. Fue conduciendo por el centro de la ciudad y yo me decía: “Este pobre hombre no sabe salir a la autopista, hasta que paró y aparcó. Yo creí que era por ir a un cajero automático que había cerca, pero me mandó bajar del coche y entonces ya me estaba pareciendo extraño hasta que nos plantamos ante un establecimiento y leí en un gran cartel. “El Taj Mahal, Restaurante indio” Para entonces mi cara estaba más roja que si hubiese probado un plato típico de la India. Por eso he decidido apuntarme en esta academia de inglés, porque creo que necesito más vocabulario.
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