El amor surge donde menos se espera - Marian Muñoz

                                      


Al estrechar su mano como tradicional saludo, oyeron sonidos de violines y voces angelicales cantando el Aleluya de Haendel.
La impresión fue mágica, los dos se miraron fijamente para intentar leer en los ojos del otro si había sentido lo mismo.
Mientras tanto Cupido, harto de tirar flechas a los enamorados, había robado la varita a un hada madrina, espolvoreó su poder sobre aquella anciana pareja, rodeándoles un polvo de estrellas, llenándoles de esperanza y felicidad, a pesar de encontrarse tumbados en una cama de la UVI.






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