Todo
empezó cuando me encontraba en clase. Dibujando despreocupadamente
en mi cuaderno azul. Fue entonces cuando el profesor nos mandó como
tarea que cada uno dijera una palabra. Una palabra empezando por la
letra A, luego con la letra b y así sucesivamente. A mi me toco la
letra t por lo que dije taza. Pero lo sorprendente fue cuando uno de
mis compañeros dijo una palabra que ninguno de los demás
conocíamos: Zorgon.
Inmediatamente
todos nos empezamos a reír ya que esa palabra no existía pero no
sería la última vez que la escucharía.
Por
casualidades de la vida después de terminar el colegio ese compañero
y yo terminamos sentandonos juntos en la secundaria y eso llevó a
que nos hiciéramos amigos. Un día fuímos a un campamento y ahí
fue donde volví a escuchar el nombre de Zorgon.
El
campamento era algo normal. Rodeados por la naturaleza, explorabamos
el lugar y hasta algunas veces nos encontramos con alguna seta por el
camino. Remábamos en canoa y hasta una vez llegamos a comer arroz.
Pero lo más interesante o aterrador según se miren eran las noches.
Nos
sentamos delante de un fuego que nos calentaba y nos protegía de la
oscuridad de la noche. Aparte del pequeño círculo alrededor de la
luz de la hoguera no se veía nadie en el oscuro campamento por lo
que era el lugar ideal para contar historias de terror.
Contamos
muchas historias diferentes pero ya apenas recuerdo la mayoría de
ellas. Sin embargo, hubo una que se me grabaría a fuego en la
memoria: la de Zorgon. La historia a principio era simple. Un
monstruo que aparecía después de decir cinco veces su nombre solo
que a diferencia de hacerlo delante de un espejo tenias que ir solo a
un claro en mitad de la naturaleza y hacerlo de noche.
Todos
lo aceptaron como una historia normal y corriente sin nada que la
diferencie del resto de historias. Al menos hasta que mi amigo
aseguro que era real ante lo que todos rieron alegremente. Yo no fuí
una excepción pero si que me sorprendí al recordar que él era la
persona que años atrás había mencionado dicha palabra en clase.
Nuestro
amigo nos reto a que si tanto nos divirtiera probaramos a hacerlo. A
lo que yo respondí que había muchas razones para no hacer tal cosa
y que no tenían que ver con su historia si no con animales salvajes
o la posibilidad de extraviarse. Mi amigo me reto preguntando si
tenía miedo y para evitar que me tomaran por cobarde acepte el reto.
Ante
eso mientras algunos me llamaban aprendiz de aventurero trazamos
cuando y como tendría que hacer algo así. Decidimos que lo haría
solo un par de días después y encontramos el claro perfecto para
eso. A pesar de las palabras de mi amigo la noche anterior todos
entendíamos el peligro que conllevaba aventurarse por el bosque solo
y más a esas horas. Razón por la que mientras yo cumplía el ritual
en el claro el resto se encontrarían entre los árboles en espera de
terminar el ritual o acudir en mi ayuda si me era necesario.
Por
fin llegó la hora y me introducí solo en el claro. Ahí fue cuando
cerré los ojos y pronuncie el terrible nombre de Zorgon. Al
principio no sucedió nada y yo suspire aliviado mientras me relajaba
después de la tensión que había sufrido pues aunque no me dignaría
a decirlo en voz alta una parte de mi si que había tenido miedo.
Fue
entonces cuando un extraño olor a podredumbre llegó hasta mi nariz.
Al momento siguiente un fuerte estruendo se escuchó a lo lejos y
unos fuertes pasos que se acercaban. Yo grité el nombre de mi amigo
diciendo que no me lograría engañar. Ese fue el instante en que
llegó todo el grupo de mi campamento y yo grite. Mi amigo estaba
justamente a mi lado y me miró extrañado solo unos instantes antes
de gritar él también al escuchar los pasos que se acercaban.
Entre
los árboles vimos algo cuya textura parecía resbaladiza como si se
hubiera untado el cuerpo con algún champú o gel extraño. No
pudimos verlo bien y tampoco esperamos hacerlo. Inmediatamente
salimos corriendo a toda la velocidad que nos permitían nuestros
jóvenes cuerpos.
Conseguimos
llegar al campamento donde nos metimos por grupos en las tiendas de
campaña creyendo que eso nos protegería de la cosa que nos
perseguía. Realmente dudo mucho que hubiera funcionado si Zorgon nos
hubiera perseguido pero para nuestra suerte conseguimos sobrevivir
hasta el día siguiente. Eso sí, no nos atrevimos a pegar ojo y al
día siguiente todos estábamos demasiado cansados para realizar
cualquier actividad programada para ese día.
Los
monitores habían creído que esa noche nos habíamos ido todos a
dormir temprano ya que así lo habíamos preparado pero al ver
nuestra cara de agotamiento y algunos todavía de terror pronto
sospecharon que había sucedido algo y no tardaron en descubrir la
verdad. Nos echaron la bronca porque en el bosque había animales
salvajes y la otra noche uno de ellos se alteró por nuestra
presencia por lo que teníamos suerte de estar vivos. Nadie se
atrevió a contradecirlos y pronto se extendió la historia de que lo
que nos había asustado la noche anterior era un oso hambriento y el
resto imaginaciones debido al terror. Tal vez tan solo creímos eso
porque era más fácil para nosotros creer esa versión pero yo
recuerdo que vi claramente una textura jabonosa y no peluda.
También
descubrí que mi amigo tampoco había creído en Zorgon. De hecho él
pensaba que se había inventado la historia y realmente había
pensado en gastarme una broma pero cuando yo le conté mi recuerdo de
lo que sucedió en clase hacía tantos años y lo que había pasado
la noche anterior comenzó a dudarlo.
Preguntó
a su familia sobre ese tal Zorgon y su madre le contó que había
leído la historia de Zorgon en un libro que leyó accidentalmente de
niño y el cual le causo pesadillas. Tal vez el impacto de ese libro
le causó el impacto suficiente para decirlo en clase y años
después, cuando la tenía completamente olvidada, para que volviera
a su mente creyendo que era producto de su imaginación.
Lo
más curioso es que nadie de la familia ni en ninguno de sus
conocidos recordaban el nombre o que clase de libro era. Nunca
supimos la verdad, si ese tal zorgon era realidad o ficción. Con el
tiempo yo también me olvidaría de lo que había visto y pensaría
que lo que nos atacó fue un oso. Pero aún así nunca volví a
intentar ningún ritual y ni siquiera jugué a la ouija ya que aunque
el sentido común me decían que todo eso eran supersticiones también
me decía que no tenía ninguna necesidad real de demostrar su
falsedad.
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