Maldito San Valentín - Pilar Murillo





No te perdono lo último que me has hecho. No me mires así con esos ojos como si no hubieses roto un plato o no supieses de lo que te estoy hablando. Llevas haciéndome muchas faenas a lo largo de veinte años que nos conocemos. Al principio yo creo que más que no darme cuenta las dejaba pasar por aquello de que en la amistad hay que aceptar a la persona tal y como es y en eso estoy de acuerdo, pero cuando los errores son cometidos en uno mismo, no para dañar a tu amiga, menospreciándola o ignorándola. Sólo acordándote de Santa Barbara cuando llueve y se acabó, aquí no va a haber más miramientos ni más tonterías. Y esto último.... Esto ya si que se ha pasado de castaño oscuro. Mira eh? No me pongas cara como de llorar y ni se te ocurra abrir la boca para disculparte porque lo tuyo no tiene perdón, así que no vayas a ir de víctima tú ahora.
Sé que mañana pasearas felizmente por las calles de cualquier ciudad de las que visitas y si alguien te pregunta por mi contestaras “huy, no sabes lo que me ha hecho y patatin y patatan” Que le das a todo la vuelta, que no sé como él se ha fijado en ti, si además eres fea y te crees que eres la más hermosa.
Bastante castigo tienes con lo que te viene encima. Quedarte embarazada... ¡a tu edad!; ¡por Dios, qué desfachatez! Y para colmo con esa enfermedad que conservas desde tu adolescencia, más bien adicción. ¿Piensas que nos creemos que lo tienes superado? Ojalá que todo te salga bien, porque esa criatura no tiene la culpa de que su madre sea un parásito.
No te bastó con quitarle el marido a una pobre mujer con dos hijos adolescentes hace años, claro que ese tipo con el que te liaste en aquella gira, iluminar iluminaría el escenario, pero tenía muy pocas luces. Y ahora conoces hace dos meses a mi nuevo novio, te lo ligas, porque es otro gilipollas y me cuenta que se ha enamorado de ti y que te ha dejado preñada sin querer! ¡sin querer!, ¡madre mía!
La única escena que me vas a ver montar es esta ahora mismo, ¡mala amiga, pedazo de guarra!. Te mereces toda esta mala suerte que estas teniendo en tu trabajo. ¡Envidiosa, mala pécora!. No, tranquila, no hace falta que te escudes con tus brazos no te pienso tocar con ningún dedo, pero sí te escupo. ¡Cerda! ¿Quién te crees que eres? ¡di! ¿Cleopatra?, pues más que esa semidiosa de Egipto eres una de las viboras que acabó con su vida.
Pero el tiempo pone a cada uno en su lugar y tú estarás pronto en el fango. Te has metido en medio de mi pareja porque él es un hombre de dinero, empresario brillante, pero ya ves un torpe que ha tropezado con alguien como tú. ¡Eh!, ni se te ocurra tocarme. ¿vale?. Sí, lárgate, ¡márchate para siempre! ¡sal de mi vida de una vez! ¡Puta! …. ¿qué? ¿Qué pasa? ¿Me miras con ojos retadores?
Mira bonita, te has metido en terreno ajeno, donde la amistad debería ser sagrada, tienes que reconocer que tu de esa palabra no conoces ni la “A”. No, no te vayas, aún no he terminado y quiero que me escuches hasta el final. Y no quiero llorar, ni caso haré a estas lágrimas traicioneras que se escapan, ni a esta voz que comienza a quebrarse porque esta rabia que ves, ésta ira que me sale es porque tu eras para mi como una hermana. Te quise tanto... y me has roto el corazón, me lo habéis roto los dos. ¿Cómo habéis podido hacerme ésto? ¡No!, ¡te ruego que no me toques! Y te agradezco que no me contestes ni me repliques. Aún hay algo que recuerdas de mi y sabes que es mejor que suelte mi lava... ya luego me calmaré aunque el dolor siga por dentro... (hay un silencio de unos segundos) Y me sale ahora una risa de las entrañas, tan irónica como mi destino. Él me cuenta todo. El hombre con el que me iba a casar después de dos años de relación y comienza diciéndome “Te voy a ser sincero, amo a otra” y me lo suelta así como el que juega al poker y enseña un fool. Tranquilo, como si nada y yo empecé a parecerme a un toro bravo. Sí, igual que hace un momento contigo, pero si he de compararme creo que más bien soy una Yocasta o su hija Antigona, un drama griego. Siempre me has llamado dramática, a pesar de no dedicarme al teatro...
Te ruego que después de haber hecho lo que has hecho no te compadezcas de mi, ahora vete y déjame tranquila. Quiero estar sola, y dejar que salgan de una vez éstas lágrimas amargas, quiero hacerlas libres y que rieguen mi corazón ajado. ¡Vete, te digo!... (se queda sola) Tengo derecho a hablar conmigo misma, a darme un tiempo de luto y dolor, a auto-compadecerme. E aquí una victima del amor de amistad y del amor de pareja. ¡Maldito San Valentín, yo no tengo nada que celebrar!.
Y levantándose del suelo donde se había dejado caer, coge un cubo y la fregona y comienza a secar las lágrimas del suelo o a borrar toda huella del pasado mientras que canta “qué tiene la zarzamora que a todas horas llora que llora por los rincones”




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