Cuando
yo era joven no iba mucho a la escuela. En el pueblo solo iban a la
escuela los hijos de los ricos, aunque luego también empezaron a ir
los de los emigrantes. El padre marchaba a Cuba, o algo más tarde a
Venezuela, y enviaban buenos dineros. Los de Cuba hasta construyeron
una escuela, la Escuela Laica, le llamaban, para que así sus hijos
pudieran aprender lo a ellos nunca les fue permitido por
circunstancias de la vida. Yo como no era ni hija de ricos ni de
emigrantes… pisaba poco el colegio. Me levantaba temprano todas las
mañanas y ayudaba en casa a las tareas, fundamentalmente cuidando a
mis hermanos, pues papá y mamá tenían que trabajar duro para
alimentar siete bocas. Aprendí apenas a leer y escribir y a hacer
sumas y restas, pero tampoco me hizo falta más, no te creas. Fueron
tiempos duros, ya lo creo, pero éramos felices, muy felices, mucho
más de lo que sois vosotros ahora, que no sabéis más que andar de
acá para allá, con las manos y la cabeza ocupadas en esos teléfonos
del demonio de los que no os sabéis despegar. Porque ya me dirás
Rosita, si hace falta que te pongas a hablar con tu amiga de turno
cuando acabas de llegar a casa después de pasar la tarde con ella.
¿Tanto tenéis que deciros? No creo yo que no pueda esperar, vaya.
Que yo también tenía mis amigas, no te creas, pero no me hacía
falta estar de continuo hablando con ellas. Al caer la tarde, ya
cuando fuimos un poquito más mayorcitas, nos reuníamos en la plaza
del pueblo o en la fuente, o en el lavadero y allí conversábamos de
nuestras cosas, y nos echábamos unas risas. ¿Que de qué
hablábamos? Pues de todo un poco, de lo que pasaba en el pueblo
fundamentalmente, que aunque era un pueblo pequeño siempre pasaban
cosas, además como nos conocíamos todos pues siempre había alguien
de quién hablar, que si al Juan se le murieron los terneros de una
enfermedad extraña, que si a la María le entró un rayo por la
chimenea y le destrozó la casa, que si a la Berta le comieron los
sembrados los conejos. No, no todas eran desgracias mujer, que va,
también ocurrían cosas alegres, las bodas, sobre todo las bodas,
era lo que más nos gustaba, que las mozas se casaran e ir a verlas a
la salida de la ceremonia, en la Iglesia, siempre en la Iglesia, nada
de bodas civiles como hay ahora, que ni son bodas ni son nada.
Recuerdo cuando se casó Lucecita, la hija de los señores del Pazo,
eso sí que fue todo un acontecimiento. Fue la primera muchacha que
se casó de blanco, con aquel vestido todo bordado que llevaba una
cola inmensa… iba muy guapa, guapísima, pero no te creas tú que
no la criticaron, en los pueblos, ya se sabe, a todos les gustaba
criticar, si no era por una cosa era por otra. Y claro, como hasta
entonces todas se casaban de negro…. Pues Lucecita les pareció una
fresca, por haber traído esas modas sabe Dios de dónde. Pero es la
familia tenía dinero y disfrutaban de todo los modernismos. Si es
que hasta fue la primera moza que se puso pantalones en el pueblo,
que eso yo no lo vi nada bien. No sé, no me preguntes el motivo,
pero los pantalones eran para los hombres, ¿qué hacía una mujer
vistiéndose como un marimacho? Como si en casa llevara ella los
pantalones, y qué quieres que te diga Rosita, los pantalones los
lleva el marido que para eso es el jefe de la casa. Sí ya sé que
ahora esas cosas no se estilan y que la mujer es igual que el marido
y que tienen que colaborar en las tareas de casa y que nadie es más
que nadie, lo sé, pero a mí no me convencen. Las mujeres
estábamos muy bien en casa criando los hijos y arropadas por un buen
marido que se ocupara de lo demás, de las cosas importantes y de
llevar dinero. ¿Qué había alguno que se pasaba levantando la mano?
No te voy a decir que no, pero es que también había alguna mujer
que para qué. Sí, no me mires con esa cara, Rosita, que eso que
ahora llaman malos tratos siempre existió, lo que pasa que antes
no se sabía, era más normal y tampoco era para tanto. Si tu marido
te daba un cachete porque te habías sobrepasado en algo, pues te
quedabas con él y punto. ¿Qué era sobrepasarse? Pues muchas cosas,
por ejemplo desatender la casa, no tener la cena o la comida
preparada, yo que sé, cada matrimonio tiene sus cosas. No, tu abuelo
nunca me puso la mano encima, pero no tenía por qué, que yo siempre
fui muy cumplidora con todo, sí con todo, incluso con mis
obligaciones matrimoniales aunque no tuviera ganas, que a mi no me
gusta hablar de estas cosas, pero vaya, todo el mundo sabe que las
necesidades de los hombres no son las mismas que las de las mujeres y
si no les das lo que quieren lo buscan fuera, lógico y normal. Y yo
quería mucho a tu abuelo como para dejar que se me fuera con
cualquier pelandusca por ahí. Eso lo tenías que soportar sin
remedio antes de casarte, porque claro, una mujer decente tenía que
ir virgen al matrimonio y si sabías que tu novio iba de vez en
cuando al burdel que había en el pueblo vecino mal que bien tenías
que soportarlo. Siempre había alguna más ligerilla de cascos que se
entregaba antes de tiempo, pocas, muy pocas, pero alguna había, y
después pasaba lo que pasaba. Todavía recuerdo el escándalo que se
armó cuando Rita, la hija de los panaderos del molino, se quedó en
estado y el novio la mando a tomar viento. Estuvo en boca de todo el
pueblo y al final terminó marchándose, a Alemania, creo, que
tal le valió, porque acabó casándose con un alemán, un tonto que
aceptó la hija de otro. Si fuera aquí quedaría para vestir santos
seguro y encima con una hija, una desgracia como otra cualquiera,
pero buscada por ella, desde luego.
Eran
otros tiempos Rosita, mucho más felices, aunque te empeñes en lo
contrario.
Rosita
sonrió de manera condescendiente, besó a su abuela con cariño y se
despidió hasta la próxima semana, en que la visitaría de nuevo y
de nuevo volvería a escuchar su melancólica perorata que le
importaba tres cominos, a ella, que había ido a la universidad y
tenía tres carreras, que se había divorciado y casado de nuevo, que
tenía un marido con el que se dividía las tareas de la casa, que
necesitaba el móvil como agua de mayo para estar omnipresente en su
trabajo…. Sí abuela, no tengo duda de que tu juventud ha sido muy
feliz, pero ahora la joven soy yo.
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional.
No hay comentarios:
Publicar un comentario