Cosió su vestido, puntada a puntada, lentejuela a lentejuela. Cuando terminó, se probó satisfecha su obra maestra. Cuando apareció así vestida en la fiesta, a la que no había sido invitada, los brillos deslumbraron a todos sus amigos, allí presentes. Igual que los destellos furiosos de los ojos de la cumpleañera.
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