Rafita
sentado a la mesa de la cocina, estaba absorto haciendo los deberes,
tenía abierto su cuaderno
de álgebra, lo contemplaba esperando que números y fórmulas le
dijeran algo.
Mientras
tanto su madre intentaba preparar la cena lo más silenciosa posible,
para no desconcentrar a su hijo, pero al mirarle de reojo vio que
necesitaba un descanso, y acercándose a él por la espalda, posó
sus manos sobre los hombros, y le dijo: ¿Sabes
lo que le dijo la sartén
al cazo?
Su
hijo la mira con displicencia, y le contesta: No.
¡Apártate
que me tiznas! - Respondió
su madre.
Mamá
– dice Rafita – las sartenes no hablan.
¿Qué
no hablan? – Dijo la madre – Espera y verás.
Se
acercó a la meseta, cogió una sartén y la puso al fuego.
Inmediatamente empezó a chisporrotear.
El
niño sorprendido, gritó a su madre - ¿Qué está contando?
Y
la madre, con cariño, le responde – ¡Que termines los deberes, ya
llevas un buen rato!
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