Cuando Alba
despertó aquella mañana percibió enseguida que algo no funcionaba
como debía. Se incorporó asustada y miró a su alrededor. No estaba
en su habitación. No había cama, había dormido suspendida en el
aire, ni había armario, y faltaban sus peluches y su estantería
repleta de libros. Recordó la noche anterior. Se había acostado
llorando, desesperada. Su amiga Cristina la había llamado a última
hora para preguntarle cómo llevaba el examen de historia y fue
cuando descubrió que se había olvidado totalmente del mismo. No
entendía cómo podía haberle ocurrido, a ella, para la que sus
estudios eran lo más importante del mundo. A aquellas horas no le
daba tiempo a estudiar y por primera vez en su vida se veía abocada
al casi inevitable suspenso. Cuando consiguió dormirse, a altas
horas de la madrugada, su último pensamiento fue desear que el día
siguiente no existiese. Y esa mañana no estaba muy segura de que su
absurdo deseo no se hubiera cumplido.
Se pellizcó en
un burdo intento de comprobar la realidad del momento. No sintió
gran cosa, así que seguramente todo aquello no fuera más que un
sueño sin mucho sentido. Se dio cuenta de que no tenía puesto su
pijama de siempre, sino que iba vestida con un mono azul claro que
parecía una segunda piel. No sentía ni frío ni calor. Abrió la
puerta del cuarto y se encontró de bruces a su madre. Por lo menos
su madre seguía siendo la misma.
-Buenos días,
cariño. ¿Preparada para la teletransportación? Recuerda que hoy es
una importante jornada en el colegio
-Ehhh... sí claro
– respondió Alba, pensando que si se iba a saltar el desayuno no
sería capaz de aguantar hasta la hora de comer.
-Toma tu desayuno –
dijo su madre, como leyéndole el pensamiento, a la vez que le tendía
una pequeña pastilla – hoy es de mantequilla y mermelada de fresa
y de polvos de cacao. Deliciosa.
Alba metió la
pastilla en la boca y de pronto la inundaron un sinfín de
sensaciones gustativas tan intensas que creyó que se iba a derretir
por dentro. Jamás en su vida real había disfrutado tanto con una
comida. Aquello prometía.
Se dejó conducir
hasta una especie de cabina. Supuso que era el aparato de
teletransportación. Su madre le dio un beso en la frente y le
advirtió que no se preocupara, que ya pulsaba ella el botón desde
fuera. Pues vale. La puerta se cerró y dos segundos después se
abrió de nuevo. Salió y se encontró en el... ¿colegio? Desde
luego no era un colegio al uso, pero claro, la escasa media hora que
llevaba en aquel mundo le estaba demostrando que la vida, en general,
no era nada convencional.
Repleto el
edificio de adolescentes todos vestidos con aquellos monos iguales,
Alba tardó un rato en localizar a Cris. En cuanto la vio se dirigió
a su encuentro.
-Ya pensé que te
habías dormido – le dijo su amiga al verla llegar –. Venga,
ponte a la fila, que hoy toca historia. ¿En qué hombro vas a querer
que te lo implanten? ¿En el izquierdo o en el derecho?
-¿El qué?
-¿Cómo que el
qué? ¿Estás tonta? El chip con los temas de historia. Hoy toca del
año dos mil al tres mil.
-Ah, sí, claro,
me había olvidado.
Del dos mil al
tres mil. Entonces ¿en qué año estaban? Con todo el disimulo que
pudo echó la mirada por el recinto a ver si había un almanaque, o
algo así, que le diera la respuesta. Afortunadamente, así fue. Una
especie de cartel luminoso que aparecía de vez en cuando prendido en
el aire decía que estaban a 15 de mayo del año 4375. ¡Que cosas!
Se había dormido en el 2017 y había despertado en... no, no, que
aquello no era más que un sueño.
Se concentró en
la cola y cuando por fin le llegó el turno se dejó hacer con
docilidad. Fue cuestión de segundos. Aquella mujer le acercó un
extraño aparato al hombro y le introdujo sapiencia.
-Ahora vete a tu
sitio y repasa a ver si todo funciona como es debido.
Alba se sentó en
una esquina y de pronto su cerebro comenzó a a escupir infomación:
Año 2018, el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, es
asesinado a quemarropa en un acto oficial por un desconocido que
consiguió darse a la fuga. Año 2066: Golpe de estado en España,
los militares se hacen de nuevo con el poder, presididos por Angel
Franco, descendiente directo de Francisco Franco. Año 2100:
Desintegración total de la Unión Europea. Año 2102: Formación de
la Unión del Sur, formada por Portugal, España, Italia y Grecia.
Año 2150: La Unión del Sur, primera potencia mundial por su
economía basada en el turismo de sol y playa. Año 2346: Se descubre
vida en el planeta Casiopea II, situado a dos millones de años luz
de la tierra. Año 2806: Se inician las políticas para luchar
contra la superpoblación del planeta con la Ley de los 50.
En ese punto Alba
se dirigió a su amiga Cristina y le preguntó qué era la Ley de los
50.
-¿Estás bien
Alba? ¿Qué pregunta es esa? Ya sabes, que al llegar a los 50 años
tenemos que dejar sitio a los que llegan. Por cierto a mi madre le
implantan el chip de autodestrucción dentro de tres días, cumple ya
48 y tiene que comenzar ya con el deterioro.
Alba no quiso
escuchar más. Aquello no le gustaba nada. Hizo esfuerzos para
despertarse pero al ver que no lo conseguía comenzó a ponerse
nerviosa. Se levantó y salió del aula. No sabía muy bien a quién
dirigirse. Una mujer que parecía conocerla pasó por allí y le
preguntó si se encontraba bien. Alba la miró y se dijo que nada
podía perder por contar la verdad.
-Creo que este no
es mi mundo – dijo.
La mujer hizo un
gesto de fastidio.
-Vaya, otra vez.
Ya van dos esta semana. Anda, ven conmigo.
La llevó a un
cuarto en semipenumbra lleno de un montón de aparatos cada cual más
extraño.
-No te voy a dar
mucha información porque tu cerebro no está preparado para
recibirla. Quédate con que ha habido un intercambio temporal
provocado por alguna onda magnética y que la Alba del 2017 a venido
a ocupar el espacio de la Alba del 4375 y viceversa. Ella está
viviendo tu vida y tú la suya. No te preocupes, en un momento
estarás de regreso. Y ojito con contar nada. Nadie puede enterarse.
Bueno, en realidad, no te acordarás de nada de lo vivido hoy.
- ¿Qué tal el
examen?¿Al final conseguiste estudiar algo?
Cristina le
preguntaba mientras iban de camino a casa. Alba se sentía extraña y
por toda contestación se encogió de hombros.
-Supongo que
aprobaré – dijo.
Dos días
después la profesora de historia les devolvía los ejercicios para
comentarlos en clase. El de ella tenía un diez. Al final de la hoja
había una nota extraña:
Me lo he pasado
bien en tu mundo, pero prefiero el mío, el tuyo es demasiado
primitivo. El examen ha sido muy fácil.
Alba no entendió
nada. Pero daba lo mismo. Aquella noche, cuando el presidente de los
Estados Unidos salió en la televisión dijo:
-A este tío le
quedan dos telediarios.
Nadie supo por
qué lo decía. Ni siquiera ella
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